—Lo siento mucho, el tratamiento fue demasiado para el paciente. Hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos... Lamentablemente... Falleció.
Un escalofrío recorre mi espina. Las palabras del doctor taladran mi cabeza con fuerza, cierro los ojos y aprieto mis puños sintiendo como las uñas picudas y mordisqueadas se clavan en las palmas de mis manos. No me importa.
"—Deja de morderte las uñas.— Me sobresalto y llevo las manos a mi espalda, sonrío en dirección a mamá tratando de suavizar su expresión. —No lo hagas más.— Su ceño levemente fruncido se suaviza y acaricia mi mejilla. —Eres un chico tan bueno."
—No lo haré más.— Musito dejando escapar un sollozo. —No lo haré más. Te lo prometo mamá... ¡No seguiré mordiendo mis uñas!
La mirada destrozada de mi hermana mayor cae sobre mi.
—Adam.— Sus delgadas manos iguales a las de mamá acarician mis hombros. —Adam mírame.— El tono ahogado y gentil de su voz me hace mirarla a los ojos. Es entonces cuando me percato de los rojos e hinchados que están, sus mejillas pálidas y húmedas, con algunos mechones rubios pegados a ellas.
Me mira con dolor, yo agacho la mirada y niego. Me niego a creer que mamá ha muerto.
Me suelto de su agarre y corro hasta el cuarto donde se encuentra mamá acostada, una sábana cubre su rostro y la aparto con ira. Escucho pasos detrás de mí, pero eso no impide que me acerque más a mamá, la tomo por las mejillas y hablo con rabia:
—¡Es por qué no te obedecí¡ ¡¿Verdad?!— Una de mis lágrimas cae sobre su frente. —¡Si es por eso, despierta! ¡Ya te dije que no lo haría más!— Sacudo sus hombros intentando hacer que abra los ojos, pero es inútil.
El desespero llena mi pecho y la impotencia se apodera de mí. Siento que alguien me agarra de la chaqueta pero me zafo y abrazo el cuerpo sin vida de mi adorada madre.
Siento que intentan separarme pero no se los permito, o al menos, no hasta que alguien tira de mi tan fuerte que me aleja de golpe. Frunzo el ceño y antes de reprochar algo, Albert choca su puño contra mi rostro.
Caigo de espalda al suelo sujetando mi mejilla. Mi hermano me mira con ira.
—Ya fue suficiente— señala a Raphaella que cubre su boca evitando así, que se escuchen sus sollozos. —No eres el único que acaba de perder a su madre.
Sale de la habitación dejándonos atrás, inmersos en un silencio sepulcral en el que únicamente se escuchan los jadeos de Raphaella y mis lamentos ahogados.
•••
Me siento en el andén frente al bar, con ganas de irme a hacer cualquier cosa lejos de aquí, todo me tiene harto y lo único que necesito ahora mismo es la tranquilidad de mi casa. Enciendo un cigarrillo y suspiro sin ánimo de nada.
Me dedico a observar las calles, transitadas de mala muerte y gente deplorable hundida en las drogas y la pobreza extrema, veo todos esos rostros conocidos, algunos de antes, otros recientes... Pero todos con algo en común: una vida de mierda.
Una maraña de cabello dorado llama mi atención sacándome de mis cavilaciones, camina prevenida, mirando a su alrededor... Sus ojos conectan con los míos deteniendo mi respiración, aquellas alhajas azules parecen ver a través de mis ojos directo a mi alma, desvía la mirada de mí y se acerca a un contenedor de basura a buscar algo, siento algo dentro de mi pecho romperse, ella no parece el tipo de niña que cae aquí por una mala decisión... He conocido mucho de este mundo para saber quién se mete porquerías, quién no y quien llega aquí porque la vida es una hija de perra que no escatima en sus víctimas y va arrasando con todo a su paso.
ESTÁS LEYENDO
PIEZAS ROTAS
RomanceÉl sufría en silencio, mantenía su fortaleza y seguía adelante a pesar de estar destruido... Él estaba decidido a recuperar todo lo que un día le fue arrebatado. Ella huía de su pasado, con una carga en sus hombros que no le permitía confiar en nad...