Me preguntaba si en algún momento dejaría de sentir que lo mejor mi vida aún estaba por venir, que el presente era solo la fase intermedia a mí propia felicidad. Luego me daba culpa. Siempre me dijeron que debía estar agradecida por todo lo que tenía y era verdad, no me iba mal, tenía una casa propia, una familia amorosa, un trabajo estable y lleno de desafíos y una buena base económica. Tenía todo lo que muchos deseaban y no podían conseguir. Aún así, algo faltaba, lo sentía en mi corazón.
Estaba en mi oficina con vista al parque, en plena ciudad, donde todo era negocios y lujo. Mi empresa era pequeña comparada a otras cadenas de inmuebles con más años de trayectoria pero nos iba bien y estábamos acaparando cada vez más y más territorio. Era difícil competir contra los grandes peces pero yo sabía que también era uno de ellos y pisaría a todo aquel que se interpusiera en mi camino.
—Señora Vandyke, su esposo está en la línea —avisó mi secretaria por el intercomunicador.
Dejé de contemplar el parque y me senté junto al escritorio para atender el llamado de mi esposo. Me había estado llamando a mi teléfono personal reiteradas veces pero había elegido no contestar, a veces sus llamados me sofocaban.
—¡Hola! —respondí cambiando mi voz a una más amigable— ¿Qué hacen los hombres de la casa?
—¡Hola, mamá! —dijo él, imitando la voz de un niño, ya que nuestro hijo era demasiado pequeño para hablar— Te extrañamos, vuelve pronto.
—Haré lo que pueda.
—¿Todo está en orden? —preguntó él, volviendo a su voz normal— Intenté llamarte antes pero no contestabas.
—Ah, sí, estaba en una reunión. Recién puedo respirar un poco. —No era verdad pero tampoco era una mentira, sí había tenido una reunión pero no había querido llamar apenas había terminado—. ¿Ustedes? ¿Quieres cancelar la salida de hoy y...?
—No, no, claro que no. Llevo esperando meses por esto.
—Bien, los veré allí a las cuatro —dije, terminando la conversación.
Suspiré. Estaba cansada de mi vida monótona, de haber elegido este camino. Amaba a mi esposo y a mi hijo pero sentía que solo había formado una familia por presión, por el qué dirán y porque se suponía que eso hacía la gente y de eso se trataba la vida. Mi libertad ya no existía, mi ego había sido desplazado y todo giraba en torno a mi familia.
Yo era quien proveía para sostener a la familia. Había elegido trabajar después de tener a mi hijo dado que mi salario era mucho mayor que el de mi esposo y porque también anhelaba y necesitaba tiempo para mi misma, un descanso mental. En un momento pensé que podría tratarse de depresión post parto pero no, amaba a mi hijo, no se me dificultaba vincularme con él, tampoco tenía falta de apetito o dificultad para realizar mis rutinas o pensamientos suicidas. No, al contrario. Tenía un deseo incontenible por volver el tiempo atrás y redireccionar mi vida. Quería viajar, conocer otro tipo de cultura y gente. Dejar la rutina, las imposiciones sociales y por fin vivir.
A las cuatro de la tarde me encontré con mi esposo y mi hijo en la entrada del parque colonial. Era una atracción nueva cerca del río Savannah en la cual se intentaba representar la época de las primeras colonias en américa del norte. No tenía mucho interés por esa parte de la historia pero a mi esposo le había parecido una buena idea pasar más tiempo juntos y hacer algo fuera de lo común.
—¿Lista? —dijo él, dándome a nuestro hijo, visiblemente entusiasmado por entrar— Dicen que han ambientado todo exactamente a como era en aquella época: la vestimenta, los bares, las posadas, todo. ¿No es emocionante?
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Regresión
General FictionAna es una mujer que tiene todo, mucho dinero, un trabajo gratificante, una familia amorosa... pero algo falta en su vida. Emoción, viajes, más libertad. Lo que no sabe es que su vida está a punto de darle lo que ha pedido pero de una manera que jam...