La mañana transcurría de forma normal en la librería. Los autos pasaban provocando el típico ruido de siempre que atormentaba los oídos de algunos transeúntes de aquel lugar en el Soho.
La campanilla de la puerta que recibía a los clientes sonó, llamando la atención del dueño de aquel local. Y vio como entraba el hombre de púrpura misterioso (o al menos así le decía, ya que no sabía su nombre), ese que siempre entraba a las 10 de la mañana de cada viernes sin ninguna falta.
—Buenos días, caballero -saludó como siempre asintiendo su cabeza-
—Buenos días. -respondió Aziraphale sonriente, haciendo que sus ojos color zafiro se achinaran mientras que pasaba su mano por sus rizos de color blanco-
El hombre púrpura también sonrió. Y luego fue al estante al que acostumbraba ir siempre. La sesión de "Misterio y cosas sobrenaturales".
Realmente no hacía mucho, solo tomaba un libro cualquiera de esa sesión y se ponía a leer allí de pie por cerca de dos horas hasta que se iba. Habían ocasiones en que Aziraphale le ofrecía una silla para sentarse pero este se negaba con una sonrisa y permanecía en su sitio.
Posiblemente cualquier cliente que entraba pensaría, ¿Porqué rayos el dueño permite que ese tipo lea todos los viernes sin llevarse ningún libro? La verdad, es que primeramente aquella "librería" solo era como una biblioteca grande perteneciente a Aziraphale. Cada uno de sus libros era especial, todos eran primeras ediciones y en su mayoría estaban autografiados y con agradecimientos, el local solo era un lugar para guardarlos todos.
Por nada del mundo vendería aquellos libros, siempre que alguien entraba a comprar uno simplemente hacia un "pequeño milagro" chasqueando sus dedos y mágicamente las personas sólo cambiaban de opinión y se iban. Era su rutina casi diaria, pues de vez en cuando los universitarios llegaban buscando llevarse sus tan queridos libros.
El único cliente al que nunca había echado no había utilizado un milagro con él era aquel hombre de púrpura misterioso, realmente no le importaba si nunca compraba nada y leía sus libros sin permiso. Era capaz de compartirlos, siempre y cuando no se los llevarán lejos de él.
Realmente nunca había mantenido ninguna conversación con ese hombre a parte de la primera que tuvieron en su primer encuentro donde se comportó bastante raro. Sólo se dedicaban el típico saludo de buenos días y ya. No hablaban más hasta que él se despedía cordialmente y no regresaba hasta el siguiente viernes.
No obstante, a pesar de que Aziraphale podía safarse fácilmente de los clientes, en aquel satírico día había recibido un regaño del cielo por hacer demasiados milagros. Aunque realmente no fue un regaño personal, solo fue una carta con palabras muy groseras a su parecer. Aún así, decidió que debía manejarse con sus milagros frívolos, en un muy mal momento podría decirse.
La campanilla de la puerta volvió a sonar. Y vio como los hombres de negocio de la compañía de vienes raíces se adentraban en el local.
Eran molestos, dos tipos muy antipáticos y arrogantes que insistían en derrumbar su librería para contruir otro local. Aziraphale siempre se había negado sin necesitar un milagro, sin embargo ese día, aquellos tipos estaban dispuestos a quitarle la propiedad.
—Lo siento señores. Insisto rotundamente en que no venderé mi librería.
—Nosotros insistimos en que la venta debe ser un hecho. Este lugar polvoriento no atrae más que cucarachas a la calle. -mencionó uno de los hombres sin ningún tipo de pudor-
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El demonio púrpura.
General Fiction*Este fic participa en el reto crossover de la página Ineffables Fanfickers* El misterioso hombre de púrpura lleva años yendo a la librería A.Z Fell and company teniendo siempre la misma rutina absolutamente todos los días, lo cual despierta la sosp...