Capítulo I

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22 de diciembre del 2014.

Mi madré me ha levantado a eso de las 9 para acompañarla a hacer las compras para Nochebuena, ya que viene toda la familia y pued hay que hacer que se vayan todos contentos blablabla.

Como estaba en plan zombie, no me curré mucho la ropa que llevaría, además, para ir a comprar pues como que jaja, ni puta gracia y cero ganas.

-Puto frío, puto sueño, puto jerséy, puto gorro, puto todo-solté nada más salir de casa.

-¿Qué te tengo dicho de las palabrotas?-me contestó mi madre de inmediato.

Giré la cara, pasando de ella, y conforme daba cada paso miré cómo golpeaba alguna hoja seca y crujía.

Alzé la cara para taparme la boca con la mano durante aquel bostezo que parecía interminable.

Doblamos una esquina, y así, de repente aparece una mujer mayor, sonriéndonos. Ladeé la cabeza hacia mi madre, quien ya estaba hablando con la señora porque es su prima tercera o algo así. Me apoyéde brazos cruzados en la pared, suspirando cada dos por tres a ver si mi querida madre se daba por aludida y nos íbamos.

Pero no.

Seguía y seguía, como una cotorra.

Dejé caer la cabeza, y cuando por fin creía que nos íbamos, va y me dice " Hija, mejor vete yendo tú para el mercado, luego me acerco yo. "
PAM, GOLPE DE REMO.

Okno.

Le iba a reprochar, pero de puso de nuevo a hablar, así que no tenía opción vaya.

Me metí las manos en los bolsillos del vaquero para intentar que no se me halaran con ese aire frío que me azotaba de frente mientras tenía que entrecerrar los ojos porque me molestaba el mismo. Notaba el movimiento de mis largas pestañas luchando contra el viento, y a mis labios resecos quebrarse.

Tensé la boca.

Metí aún más la barbilla en el cuello del jerséy para sentir calor. Iba con la vista perdida, pero no iba pensando en absolutamente nada.

Crucé una de las numerosas carreteras por las que había pasar para llegar a donde tengo que llegar, cuando oigo el ruido de una rueda frenar y quemarse con el asfalto.

Me sobresalté de tal manera que pegué un salto, yéndome el corazón a cien.

Vi que era una bici.

UNA.

PUTA.

BICI.

Me fijé en el que la conducía. Un chico moreno con flequillo alto y de ojos castaños, diría a que tiene mi edad.

Pero obviamente en ese momento no me fijé en su físico, y saqué mi faceta más amable y comprensiva.

- ¿¡PERO TÚ ERES GILIPOLLAS!? QUE ME HAS PODIDO ATROPELLAR TONTOPOLLA- Lo de "amable y comprensiva" iba con ironía, no os rayéis.

Va el chaval y se me queda mirando, esbozando un sonrisa que cada vez se iba haciendo más y más amplia, dejanso ver su perfecta dentadura blanca.

Me coloqué el abrigo sin quitarle el ojo.

- Oye- dijo al fin- lo siento, no te he visto. Ha sido una imprudencia tuya...

- ¿¡MÍA!?- grité- Anda y que te den tío.

-Ey ey ey, espera- dijo bajándose de la bici y dejándola a un lado de la calle- No me has dicho cómo te llamas.

Le miré de arriba a abajo con cierta cara de asco. Madre mía señores, he aquí el ligón de los ligones, guarden a sus hijas en casa que un semental anda suelto.

No te jode.

- ¿ Pretendes ligar conmigo después de que casi me matas ?- contesté borde.

Se quedó callado un rato.

-Si hay césped, se juega el partido- se rascó la nuca riéndose.

Solté el aire y lo volví a coger en una bocanada, le empujé para apartarlo de mi camino y seguir andando.

La verdad no le presté apenas atención, porque bueno, un gilipollas más uno menos...

Al final conseguí llegar al mercado, donde, guau sorpresa, ya estaba mi madre, mirándose el reloj y cogiendo su teléfono, seguramente, para llamarme y decir que dónde estaba. Me acerqué a ella, y con cara de pocos amigos, me dijo que cogiera las bolsas y empezara a ayudarla a meter las cosas que ya había comprado.

A la media hora, ya estábamos en el portal de casa, con las manos hinchadas y rojas de llevar las bolsas a tope y del frío, esperando a que mi madre encontrara las llaves y abriese la puerta.

Pero no hizo falta.

Un vecino que estaba ahí nos abrió desde dentro.

Bua, mi cara fue tan sumamente épica qué.

El "vecino" es el tío de la bici, sí sí, el mismito vaya.

-Gracias- soltó mi madre amablemente.

Yo me limité a mirarle "impactada", y él a sonreírme.
Chulillo de kk.

-¿ Necesitas ayuda ?- me preguntó, y antes de que me retirara y/o le contestara, cogió las 5 bolsas y las metió consigo en el ascensor.

Parece que tengo nuevo vecino.

Hasta el fin de mis díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora