Prefacio.

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La manera adorable que Louis tiene para avanzar —a vista honesta de Harry— a pesar de los problemas pesando en él como una danza tenebrosa que ejercía su crueldad, limita paciente el sufrir de sus días. Louis salta, se ríe en la alegría, sonríe. Muestra la adoración natural y casual cuando se detiene y le observa.

Él era un corazón ardiente que no ocasionaba ningún daño más que el de corregir aquella ambición del alma. Y Harry estaba hecho para quedarse allá de pie con la tarea perfecta de admirar a Louis con tranquilidad hasta que su vida soplara entre las barreras de todo lo que le resultara inevitable. 

—¿Por qué no estás bailando? 

Su nariz se arruga en la benevolencia del atardecer. 

—Debes saber que yo no bailo, Louis. 

Entonces, el bellísimo y trillador Louis, con el desafío formando la suspicacia retadora tan alarmante en su rostro, hace un movimiento tonto al aire a la vez en que se dirige a Harry a través de risillas constantes. De un lado a otro por la madera debajo de la torpeza en sus pies y la agilidad sencilla con que sus manos revolotean cerca del cielo. 

Harry espera unos cuántos segundos.

—¿Estoy bailando ahora mismo, Harry? 

Él se muerde ligeramente los labios con la excusa de esconder la extrañeza de su propia risa. 

—Lo que haces es mover los brazos en todas las direcciones incorrectas y enredarte con tus pies a  propósito —Le señala—. ¿Qué tratas de hacer?

—Estoy bailando a pesar de que no suelo hacerlo mucho. 

Las cejas se le fruncen a la par de su cinismo. 

—Pero no lo estás haciendo bien, no hay un poco de música por aquí siquiera. 

Louis le sonríe con suavidad. 

—Harry —Sus ojos brillan, los suyos tiemblan en su andar—. Estoy divirtiéndome mientras bailo sin reglas de por medio, estoy teniendo un momento agradable porque lo estoy haciendo mal. Y nadie me ve, nadie me ve, solo tú. 

Es imposible imponerse a la libertad que yace en la palma de su mano cuando se sujeta tan fuerte como puede a los dedos que Louis ha extendido para él. La comisura de sus labios se le curvan cuando lo ve reírse en su ambiente protegido de impurezas, y sabe en ese instante que siempre ha tenido el permiso incondicional para reír como Louis lo hace cuando da saltos en su lugar, cada tanto que tiene la oportunidad de girarse aún cuando sus dedos siguen entrelazados, y sabe ahora que es capaz de bailar así de terrible porque no existe nadie malvado a su al rededor esperando hacer de su poca vida el peor de los desastres. 

Solo Harry puede escuchar el silencio de la melodía que se ensordece en sus oídos cuando Louis tropieza y cae sobre el suelo en un golpe para nada amable. Solo las ansiedades de Louis se colman de sorpresa entre el polvo cuando se detiene a observar a Harry hecho un caos de risas escandalosas que se le escapan a lo alto al verle tendido en el piso debido a su caída.  

—Levántate, vamos. —Harry le dice, mucho más decidido que otros meses—. Voy a mostrarte como no caer de nuevo. 

Las cejas de Louis se alzan con gracia. 

—Así que sabes como bailar de manera decente  —Se carcajea y él, sin pensarlo dos veces, busca el tacto otra vez—. Ya lo sospechaba.

En algún momento, lo escucha respirar al mismo tiempo que se eleva un poco hasta que logra sostenerse del pulgar de Harry, y él no comenta nada al respecto cuando no se opone a levantar todo el peso de Louis por su cuenta, con la otra mano a penas rozando la locura de su espalda baja.

Brújula (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora