Papá, me quiero ir a casa

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  Un coche negro se acercó a toda velocidad, e invadió el carril contrario para situarse junto al coche de la familia. Bajaron la ventanilla delantera, y un hombre con un arma les obligó a parar. Jack aparcó el coche y bajó del vehículo. Juliet no bajó, ya que su marido la ordenó aguardar en el coche junto a sus hijos, que aún dormían.

  —Levanta las manos, viejo. —ordenó el hombre armado, bajando también del vehículo. De los asientos traseros bajaron otros dos hombres. Sus rostros eran borrosos en la mente de Jack—. Contra el vehículo, ¡ahora!

  Jack obedeció sin decir una palabra. Los dos hombres de aspecto borroso abrieron las puertas traseras y agarraron a los niños. Para bajarles les tiraron al suelo. Juliet bajó entonces y se encaró contra los hombres. El cañón de la pistola se instaló en su frente.

  —Una palabra más y tus hijos quedarán huérfanos. ¿Eso es lo que quieres, princesa? Ahora ve junto a tu marido con las manos bien levantadas.

  La mujer se giró y fue hacia Jack, que miraba la escena sorprendido. Los niños lloraban en silencio, aún tirados en el suelo. Matty se raspó una de las rodillas, y las palmas de Daniel sangraban.

  —Papá, me quiero ir a casa. —dijo el pequeño de los hermanos. Los hombres les agarraron y los arrastraron hacia un edificio abandonado. Juliet y Jack les siguieron por orden del líder. La pistola no les dejó de apuntar hasta que estuvieron arrodillados y esposados dentro del edificio. Parecía ser un hangar, pero no quedaba rastro humano.

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