Trece

15.4K 976 298
                                    

—Otra vez, por favor —sonrío sobre su cuello.

—Te amo —susurro. Es la quinta vez que escucho esa frase saliendo de sus perfectos labios en los últimos minutos. Hay una extraña calma. Nuestra pequeña burbuja en la locura.

—Se siente tan bien escucharlo de ti, Emma.

—Tendrás mucho tiempo para acostumbrarte —toma mi rostro para ponerlo frente al suyo antes de hablar.

—Es lo único que te pido, tiempo contigo, con ustedes para mostrarles lo que realmente hay en mi corazón.

—Enamoradas, tenemos hambre —cierro los ojos de nuevo abrazándome a ella.

—Isabella, esta es Margaret Dallan, mi cuñada —salgo de mi escondite, mi novia se recompone un poco para darle la mano a la mujer.

—Un gusto conocer a un ángel en persona —la deslumbrante sonrisa de la chica de ojos dorados se hizo presente.

—Tenemos que traer alegría a la tierra de vez en cuando.

—Gracias por tu amabilidad —dice Maggie con una media sonrisa—. Un gusto —se estrechan la mano amablemente—. Nos gustaría que te unieras a nosotros en la comida, Isabella.

—Será un placer —cuando mi cuñada se da la media vuelta, tomo a la chica a mi lado de la mano y la obligo a seguir el mismo camino que la otra mujer—. El universo está cumpliendo mis sueños —dice con una pequeña risilla.

—He deseado hacer esto desde hace mucho —me detengo un momento para verla—. Gracias —como respuesta, lleva dulcemente mi mano a sus labios.

Me siento tan feliz de poder hacer esto tan simple, pero tan significativo para ambas. Pongo mi cabeza sobre su hombro mientras avanzamos. A pesar de lo que pasó hace unos minutos atrás hay una enorme sonrisa en mi rostro.

—Qué gusto verte, Isabellita —dice mi madre con una enorme sonrisa.

—Pretenderé que no sabías nada de esto, mamá —me acerco para darle un abrazo.

—La mujer es muy convincente, no me dejó otra opción.

—Gracias —le susurro.

Decidimos caminar, con excepción de Nate que llevó el auto al lugar al que iríamos. Apenas unas cuantas cuadras de distancia. Mi madre y mi cuñada caminaban delante de mí. Inevitablemente vino a mí las veces que hice eso, pero una enorme mano cubría la mía. Sin embargo, algo permanecía, el sentirme profundamente amada. La delicada mano de mi novia me daba un calor que podría describir como el sentido de pertenencia. Esa sensación de estar con la persona correcta, en el momento correcto, en el lugar correcto.

—¿Estás bien? —me sobresalta escuchar su voz levemente ronca— Con todo lo que pasó adentro, me refiero.

—No lo sé, honestamente. No he pensado en ello.

—Lo siento —me aferro más fuerte.

—Lo agradezco, necesito procesar todo esto con la cabeza fría. Cuando él murió en todo momento fueron mis emociones las que actuaron.

—Es un poco lógico, perdiste a tu marido.

—Supongo que nadie está preparado para lidiar con la muerte.

—Dímelo a mí —volteo para perderme un rato en sus preciosos ojos.

—El hombre se disculpó.

—Lo escuché —su voz cargada de ironía.

—Mató a mi esposo y eso me llevó a ti. Si no lo hubiera hecho...

—No te hagas eso. Tu mente no necesita esto ahora. Quizá era un plan del universo.

AnimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora