Capítulo 1

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Le aborrece tener que ver miserables progresando en una mentira.

¿Qué si la princesa parecia lo opuesto al mismo infierno? No lo representaba  nisiquiera por el dicho de que el mundo es un pañuelo y es posible encontrarse con un moco.

Ella era muy intrigante, claro que si, sonriendo y ayudando a cualquiera.Que hasta le parecia demasiado ingenua o estúpida.

No podía definir su concepto sobre aquel ser de luz que nació irónicamente de sentimientos puros.

Su actitud no bajaba de animada a taciturna jamás. Como el simple mosquito enamorado que revolotea en tus oidos. Quizá surrusando su amor por el rojo escarlata de tu ser.

. . .

Esto le aburría porque esperaba verla desesperada e incluso destrozada con el rechazo de varios demonios.

Nadie noto que la princesa despachaba demonios de ves en cuando a mitad de la noche.

Alfin algo interesante para él.

Se puso entre las sombras y escucho atento, esperando la diversión en una posible riña.

—Tch, perra sinica. —Comentó molesto un joven demonio cabra al salir por la puerta de salida.

La princesa se vio dudosa de responderle, desvío la mirada de la puerta y titubeó al responder un ;—Gracias por tu contribución. 

Imbecil...— continuó en un susurró.

Al entrar soltó un bufido frustrada, su rostro tornaba lo demoniaco. Esto era sorpresivo y  deleitante para él.

Charlie, como casi siempre últimamente, corrió a su oficina para no salir hasta que todo el hotel esté en penumbras.

Esa noche como todas, su sombra le había comunicado sobre el extraño movimiento que ocurría.

Se dispuso a observar la oficina de su socia, ella aún estaba adentro.

Entonces, los pétalos carmín bañados en sangre por el pasillo lo dejaron con una curiosidad extraña.

Parecían de las flores que ella cargaba cada mañana. Siempre con su habitual sonrisa de niña.

Siempre dudo de la procedencia de aquellas flores pues desaparecían al día siguiente que volvían a manos de la rubia.

Te lo ruego, lo que sea menos eso.

La escucho llorar desesperada, si pudiera verla sería la cereza del pastel.

Nada mejor que el sufrimiento ajeno.

Charlie le prohibió la entrada incluso a él. Una orden que pensó no obedecer.

¿Por qué y a quién suplico su querida socia?

Tumbar la puerta para destruir al zángano que provocaba eso y no él era tentador, demasiado.

Uh, la sangre era sutil y amarga. No pudo evitar degustar cada pétalo con ansiedad, como un exquisito elixir.

El llanto de la princesa no paro hasta la salida del amanecer. Los pétalos en sus garras desaparecieron en un parpadeo cuando ella estaba frente a él.

—Buenos días, Al.

Por último hubo un silencioso abrazo, una muestra extrañamente afectuosa para él. Pero así como lo saludo se fue, salió de su oficina con un gran ramo de hermosos tonos carmesí y escarlata.

Pero por mas que asintiera no lo engañaba. Ella seguía sufriendo con una máscara de felicidad.

—Las cosas se ponen interesantes cada vez que la veo, sin duda.

Sonrió para sí mismo y siguió el mismo camino que ella. Lo que había probado hace poco lo tenía ansioso. Quería saber de dónde provenía la tan deliciosa esencia, los pétalos que desaparecían junto la sospechosa actitud de la princesa.

<<¡Oh, oh, oh! Sí no piensas decírmelo, querida. Yo mismo atestiguare tus pecados>>

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