Chapter 8:

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Kara se quedó unos minutos en la puerta de la casa de los Wayne con unas flores en una mano y una botella del vino que tanto le gustaba a Lena en la otra. Cat le había preparado un pavo relleno antes de marcharse a celebrarlo con su familia, pero ella lo había metido en el frigorífico y se había ido de casa.

Había intentado convencerse a sí misma de que estaba allí porque se lo debía a Lena, las ideas que le había dado con tanta facilidad tenían tanta fuerza que iban a hacer de su proyecto un auténtico éxito. Sin embargo, había una vocecilla dentro de ella que le decía algo muy diferente: ya no podía seguir comiendo sola, o más bien era que ya no podía comer sin Lena. En cualquier caso, estaba claro que estaba metida en un lío.

Al abrirse la puerta, se encontró con Bruce al otro lado.

—¡Has venido! —le dijo con una enorme sonrisa.

—No me lo restriegues —gruñó Kara.

El doctor Wayne no dejó de reír mientras acompañaba a su invitada al interior de la casa.

La primera parada fue la cocina, donde pudo darle las flores a Selina y conocer a Damián, su hijo pequeño. Kara les dio las gracias por invitarla y prosiguió su camino hacia el comedor. Allí estaba Lena, más guapa que nunca con el pelo suelto y ligeramente maquillada, hablando con Edward, el otro hijo de los Wayne.

Edward llevaba varios años trabajando como abogado en New York y desde luego tenía aspecto de dedicarse a lo que se dedicaba: traje informal pero carísimo. Kara comprobó con cierta rabia que tenía en brazos a la pequeña Nia, que no dejaba de gimotear. Además, los dos adultos parecían estar muy a gusto juntos. Sabía que cabía la posibilidad de que algún día Lena probablemente encontrara a un hombre y que este acabara convirtiéndose en padre de Nia, pero desde luego ese día todavía no había llegado.

Mientras siguieran viviendo en su casa, ella no permitiría que eso sucediera.

—¡Qué sorpresa! —exclamó Lena al tiempo que Edward y ella se ponían en pie para saludarla.

—Teníamos un trato, ¿no? —contestó Kara sin poder dejar de mirarla. Solo había pasado un mes y ya había recuperado su figura por completo. ¿Acaso no podía haber tenido un poco de compasión con ella?

—No estaba del todo segura.

La niña continuaba gimoteando y, cuando pasó a brazos de su madre, los gimoteos se convirtieron en un llanto desesperado.

—Déjame a mí —le pidió Kara.

La pequeña permaneció en sus brazos satisfecha a lo largo de toda la cena. De vez en cuando Lena se ofreció a relevarla, pero su excusa fue siempre la misma: Nia estaba muy a gusto donde estaba.

Nadie hizo el menor comentario sobre la sorprendente aparición de Kara en una reunión social, y ella se sintió como si fuera algo que hiciera todos los días. Odiaba admitirlo, pero lo cierto era que se trataba de una gente estupenda sin intenciones ocultas.

Durante la cena charlaron de todo tipo de temas e incluso contaron chistes. Pero con el postre llegó el cinismo de Kara.

—Antes de probar el delicioso pastel de Lena —comenzó a decir el anfitrión—, cada uno tiene que decir por qué está agradecido. Es la tradición —añadió como explicación para Kara.

—Por mi salud —comenzó Selina.

—Yo estoy enormemente agradecida por tener a mi hija —continuó diciendo Lena.

—Por el relleno de cebolla y salvia que le ha puesto mamá al pavo —dijo el pequeño de los Wayne.

—Porque estéis aquí todos vosotros —afirmó Bruce mirando a todos y cada uno de los reunidos.

After The Storm [Adaptación Supercorp]Where stories live. Discover now