Ya no está sóla

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Kara perdió todo... ¿o en realidad no fue así?. ¿Acaso la vida le estará dando una nueva oportunidad?

Lo escrito en cursiva son recuerdos de Kara

"Dicen que no hay nada peor que morir, se equivocan, estar muerto en vida es peor que fallecer"

Kara lleva desde hace años evitando este lugar, pero por fin a tenido el valor de regresar y caminar con aire ausenté por las calles de Metrópolis en las que un día años atrás, antes que estallara todo, había sido tan feliz. Con cada paso que da, llegan a ella uno tras otro los recuerdos de ellas riéndose, besándose

Caminando tomadas de la mano...

Perdidamente enamoradas.

—Dime que me amas —pide mirando a su chica fijamente.

La morena le mira sorprendida. —No lo sé... ¿Lo hago? —le pregunta levantando una ceja cuestionante.

Kara la mira con incredulidad, abriendo la boca como pez fuera del agua. —¡LENA! —riñe indignada.

La morena ríe juguetona. —Es broma tontita, claro que te amo y siempre lo haré

—Lo prometes...?—pregunta mirándola con esperanza.

Lena la mira fijamente a los ojos sin apartar la mirada. — Lo prometo —la promesa escrita en sus ojos.

—Te amo futura señora Danvers —se inclina para presionar un tierno beso en los labios de su mujer.

Lena sonríe brillantemente. —No puedo esperar para serlo.

Kara nunca fue tan feliz como cuando estuvo junto a Lena y nunca fue tan infeliz como cuando la felicidad fue arrebatada tan cruelmente de sus manos.

Nunca quiso dañar a nadie, siempre lucho por sus principios y lo que creía correcto, pero siempre tratando de ser fiel a si misma. A lo largo de los años se dió cuenta que era diferente y quiso usar esa diferencia para hacer el bien y fue gracias a Alex y la Deo que tuvo la oportunidad de hacerla en el mundo, pero las consecuencias de ello resultaron abismales para si misma.

Lena no fue solo su primer amor, Lena fue y seguirá siendo todo para ella a pesar de los años transcurrido y la distancia que las separa.

XXXX

No muy lejos de ahí, sentada junto a un gran ventanal de cristal una pequeña pelinegra observaba la nieve caer, mientras su tía charlaba amenamente con un tipo que según su mente infantil, la miraba como si se la quisiera comer.

De ves en cuando se giraba en su dirección y les sacaba la lengua, a lo que el muchacho la miraba mal.

Ya iba por su segundo pastelito, su taza de chocolate con malvaviscos hacia rato se había terminado y el cansancio comenzaba hacer mella en ella después de un día agitado para su pequeño cuerpo.

De pronto su sonrisa se congeló, su respiración comenzó aumentar y sus ojos se abrieron desorbitados al ver pasar a una rubia de la que desde pequeña había oído hablar y a la cual, a raíz de las historias que le contaban había aprendido a admirar... Pero sobre todo a querer.

—¿Mamá? —susurro incrédula y restregó sus ojitos con fuerza. No, no era una alucinación. Su mamá acababa de pasar frente a ella, volteó a mirar si su tía había visto lo mismo, pero esta seguia entretenida con el mismo chico. ¿Que no se daba cuenta como la miraba? La pequeña resopló, se colocó su suéter y bufanda junto a sus pequeños guantes púrpura y se echo a correr tras la rubia sin titubear.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora