Doce.

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Teen!Au.

Aún habiendo estirado sus piernas y su cobija, que ahora estaba desparramada a su lado, mirando al techo mientras pensaba en cualquier cosa o volteando su cuerpo de un lado a otro, cambiando de posición constantemente; no lograba conciliar el sueño.

Aún se cuestionaba cómo era que en casa de Edd la brisa por las noches era tan helada.

El frío lograba colarse entre su ropa, causando que su cuerpo temblara sin importar cuánto se aferrara a las mantas y se hiciera ovillo en busca de un poco de calor. Tratar de dormir en el suelo tampoco era de mucha ayuda.

Tomó su celular, encendiendo el aparato. Eran las dos de la madrugada.

Se sentó sobre la cama improvisada que había hecho horas antes. Quiso buscar con la mirada alguno de sus amigos.

Sigilosamente se levantó del montón de sábanas, mantas y almohadas que utilizaba esa noche como cama improvisada. Miró atentamente sus pies, caminando cuidadosamente.

La tenue luz proveniente de faroles que alumbraban las solitarias calles a penas lograba traspasar las ventanas –que ahora estaban cubiertas por cortinas–, logrando disminuir las probabilidades de tropezar con algo y estrellar su cara contra el suelo.

Flexionó sus piernas al estar frente de uno de los británicos, específicamente, Thomas. Apoyó ambas rodillas en el suelo y se acercó un poco al rostro con pequeños rastros de acné, con su dedo índice empezó a picar cuidadosamente una de sus mejillas.

—Psst, Tom...

El cuerpo del bajista se removió bajo las sábanas, dejando ver como fruncía su ceño a la vez que un gruñido ronco escapaba de sus labios.

Tord, notando cómo el de cuencas se negaba a querer despertar, decidió dejar en paz su mejilla, alejando su mano del rostro ajeno. Se encogió de hombros para sí mismo, restándole importancia al asunto.

El de cuencas, al tener su cuerpo de lado, le fue más sencillo para el nórdico el acomodarse junto a él, pudiendo observar gracias a las finas líneas de la luz artificial que pasaban de las cortinas como el rostro del contrario se relajaba nuevamente.

Verle tan sereno en aquel momento era algo ridículamente encantador y emocionante. O al menos lo era hasta que sus párpados se separaron con cansancio, dejando a la vista el calmado rostro de Tord en frente de sí.

Abrió sus párpados con exageración —¿¡Q-qué haces tú aquí!?— Chilló entre susurros, intentando no despertar a sus amigos. Se encogió en su lugar, involuntariamente escondiendo la mitad inferior de su rostro bajo las mantas.

—No puedo dormir, y me estoy congelando— Respondió con simpleza, manteniendo el tono de voz bajo y su expresión ciertamente indiferente.

—Pues ve con Matt, ¿No?— Nuevamente frunció su entrecejo, claramente molesto con su presencia.

—Tiene el sueño tan pesado que, ni por mucho que lo intente va a despertar.

—Vaya excusa— Rió sarcástico, cambiando su expresión a una completamente neutral.

—... ¿Por favor?— Pidió, de alguna manera sintiéndose rechazado. Pero sonrió cortamente cuando Tom estiró un poco las sábanas que cubrían su cuerpo, dándole espacio al noruego.

—Quédate quieto y no molestes— Ordenó, girando su anatomía para darle la espalda. Pudo sentir como él también se acomodaba por debajo de las cobijas y sábanas.

—Gracias— Murmuró, sosteniendo su sonrisita. Se apegó sigilosamente al torso del británico y lentamente lo rodeó con sus brazos, apoyando su frente sobre su nuca. En cuestión de pocos segundos el sueño logró invadirlo.

Esperaba que Thomas intentara removerse de sus brazos con enojo e incomodidad. Pero, en vez de eso, se mantuvo completamente sereno. Y fue aún mejor cuando logró sentir como unos brazos se apoyaban en los suyos, aceptando su pequeña muestra de cariño.

—Ni una palabra de esto— Pidió aún así, haciendo que Larsson riera.

• TordTom Shits •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora