Capítulo I El Mundo Real

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Palmatum era un pintoresco reino que se hallaba en las profundidades del misterioso bosque Esmeralda. Sus habitantes vivían en casas construidas sobre las copas de enormes arces dorados para que, al amanecer, los brillantes rayos del sol se derramasen sobre cada espacio de su nívea y colorida piel, que se teñía con sutileza refulgente, dependiendo de la estación del año que abrazase al planeta. Los dríadas sentían tanto respeto hacia la vida y la naturaleza que sólo se alimentaban de hojas, frutos y néctar de las flores de temporada.

Aquella misteriosa ciudad era gobernada por el rey Dardán y la reina Thais Ventoverde, que vivían en un palacio que se erigía majestuoso dentro del tronco del árbol más antiguo de Palmatum, tan ancho y alto como ningún otro en toda la arboleda.

Cuando oscurecía, el bosque era iluminado por un centenar de cálidas luces provenientes de farolas que flotaban y titilaban junto a las luciérnagas, gracias a la magia que emanaba del arce mayor; el árbol más antiguo, cuyas raíces eran alimentadas por los ancestros de la ciudad.

Esa noche la reina observaba las estrellas desde el balcón del piso más alto del palacio. Ahí, el viento corría con fuerza y mecía las hojas bañadas en oro bajo la luz blanca de la luna. A lo lejos, se podía observar la ciudad y más allá, la infinita continuación del bosque Esmeralda.

—Ya es hora... —dijo tomando con fuerza el barandal de madera. Su rostro preocupado y su respiración entrecortada apenas la hizo consiente de lo que sucedería a continuación: sus ojos azorados se vieron envueltos en un destello y la ciudad tembló. la oscuridad de la noche se tragó todo rastro de luz de alrededor; un silencio hueco absorbió todo sonido proveniente del bosque y a lo lejos, en la espesura de los árboles, apareció un enorme haz de luz blanca que iluminó por un segundo a la ciudad y al vasto bosque.

La reina Thais no pudo contener sus lágrimas, eran de felicidad con algo de tristeza.

—La profecía se ha cumplido.

♦ ♦ ♦

2 años después

Después de aquella noche todo cambió para siempre. La ciudad, ahora estaba sellada y protegida dentro de una burbuja gigante de magia de camuflaje muy poderosa, para que jamás nadie pudiera encontrarla.

La noche anterior de luna nueva, indicaba que era el primero del mes corvus y al ser vísperas de verano, Palmatum irradiaba vida con el verdor de todos sus árboles y el dulce aroma de las flores de camelia y diente de león.

En el palacio, una multitud de personas decoraban los arcos de la entrada con flores de tonalidades pastel, mientras que otras, acarreaban torres de frutas y hortalizas para preparar el festín de una celebración.

—¡No tardes! Recuerda que hoy por la noche será el baile de presentación.

—Lo sé mamá, sólo iré un rato al bosque —mintió Akari con una sonrisa. Su madre le devolvió el gesto y sin más, salió disparada hacia el vestíbulo.

—¡Cuidado princesa! —dijeron unas chicas que tejían una cortina con pétalos de flores, pero fue demasiado tarde. Los pétalos danzaron en un torbellino al compás del cálido viento. Akari miró hacia arriba y no pudo evitar sonreír al sentir las aterciopeladas caricias y el suave aroma sobre sus mejillas. Dio un par de vueltas junto a las hojas de vivos colores, y sin saber por qué, se sintió feliz y afortunada de tener a sus padres y a tantas personas que la amaban.

—Lo siento —se disculpó con la cabeza gacha y continuó corriendo emocionada hacia la entrada principal del palacio.

Akari era la hija única del rey y la reina Ventoverde. Era una chica de diecisiete años un poco inmadura y soñadora que se pasaba la mayor parte del día en las pequeñas áreas de bosque que circundaban la ciudad. Le encantaba cuidar y alimentar a los animales que encontraba en sus largos paseos por las praderas y también disfrutaba imaginar e idear planes para algún día poder escapar de la ciudad y así descubrir aquello que pudiera haber más allá de los linderos de Palmatum. Suponía que debía ser algo extraordinario para que existiera una barrera mágica que impidiera salir a cualquiera que lo deseara.

Memorias del éter - Las piedras lunaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora