INTRODUCCIÓN

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No soy de las personas que pueden decir que les fue bien en la vida. No puedo decir mi nombre en voz alta, sería peligroso, pero pueden llamarme Desty. Sí, eso no está mal. Bueno, tengo 16 años de antigüedad habitando este planeta.

Mis padres biológicos se fueron cuando tenía ocho años; se trataba de unos cocainomanos ebrios sin vergüenza alguna y, a pesar que viví con ellos la mitad de mi vida, recuerdo muy bien a ambos.

A diferencia de lo que muchos asistentes sociales podían decir de ellos, yo sabía que me amaban. Sí, tal vez no éramos la familia perfecta y ejemplar que una niña de ocho años debería poder recordar, pero sinceramente ¿cuántos de ustedes sí tiene una familia perfecta? Todos los padres aprenden a ser padres con nosotros como si fuéramos sus ratas de laboratorio. Pero está bien, no les reclamo nada, yo sé que hicieron lo que pudieron.

Recuerdo a mi padre claramente. Siempre se sentaba en su sofá de la sala con una cerveza en la mano y un cigarro apagado colgando de su oreja. Cada tarde encendía la televisión y veía un programa de preguntas en el que las personas ganaban dinero si respondían una serie de ellas correctamente. El programa dividía el tema de las preguntas del día y por alguna razón mi padre siempre sabía las respuestas de arte y cultura. Mamá decía que tal vez fue un gran artista en su anterior vida, pero mi padre un día me dijo:

-Hay gente en este mundo que nace teniendo cosas en la cabeza,- acerco su dedo a su cien y dio pequeños golpecitos temblorosos -pero no entiende cómo las saben. Los llaman prodigios.

Siempre creí que mi padre era un prodigio. De hecho me gustaría poder conocer a uno algún día. Está en mi lista.

Mamá. Describir a mi madre es mucho más complejo, por el hecho de que ella era una completa incógnita. Siempre me cuidó, tal vez no me enseñó a jamás golpear a alguien o me señaló buenos modales para comportarme en la cena, pero tenia el detalle de cerrar la puerta de su cuarto mientras decidía perder la conciencia.

Rose Mary Young era una mujer auténtica, amaba pintar murales en las paredes de casa todos los domingos y al finalizar el mes las pintabamos nuevamente de blanco para hacerlo a la siguiente semana. Cocinaba el mejor pastel de manzana con canela y su sonrisa al oir la voz de Bob Marley cuando sonaba en la radio era irrepetible. El aroma a avena me recuerda a ella. A veces cuando no puedo dormir voy a la cocina y me preparo un plato de avenas con miel y canela, y disfruto del aroma hasta que se enfría y el tazón deja de calentarme las manos.

Recuerdo a mi madre cocinando el desayuno antes de ir a trabajar. Siempre encendía la radio y se ponía a bailar mientras me preparaba mis huevos revueltos y quemaba alguna tostada. Mi padre me daba un centavo cada vez que ella quemaba algo.

Mi infancia no fue tan mala como el juzgado de menores dictó. Pero claro, a ellos no les importó mi opinión en lo absoluto.

Muchos dicen que soy un poco pesimista en cuanto a mi punto de vista de la realidad, pero creo que solo la veo como lo retorcida, cruel e injusta historia momentánea que es. Me parece muy tonto que haya personas que creen que de un día para el otro el mundo cambiará y que de pronto el hambre en el mundo desaparecerá junto con el racismo, las violaciones y la corrupción. Amigos, seamos sinceros; este mundo es una porquería y eso no cambiará por el simple hecho de que nosotros tampoco lo haremos. El humano se queja de lo que él mismo ha creado. Y suena irónico pero para ver a la realidad como lo que realmente es hay que situarnos en tiempo y espacio y abstenernos a las consecuencias de querer ser realistas.

Crecí sabiendo que no existen los cuentos de hadas y que aunque sí existieran; una chica como yo jamás sería parte de él. Me enseñaron que la gente como yo es la que esta predestinada a quedarse del otro lado del muro.

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