Capítulo 4: Maldita estirada.

41 5 1
                                    

Pretenciosa, orgullosa, muy mimada, con complejo de reina y emperatriz, estirada, engreída, arrogante y altiva: fueron algunos de los adjetivos con los que algunos la describen

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pretenciosa, orgullosa, muy mimada, con complejo de reina y emperatriz, estirada, engreída, arrogante y altiva: fueron algunos de los adjetivos con los que algunos la describen. Creo que olvidaron mencionar los de ser estúpidamente hermosa; la seguridad con la que caminaba era digna de alabar, como si el mundo le debiera algo y ella lo supiera perfectamente. Su maldita y magistral figura era algo que te hacía voltear hacia ella y quedarte admirándola por un gran rato, hasta que ella se perdiera por completo de tu vista. Cada paso suyo era una afirmación, como si estuviera firmemente plantada en su propio trono.

A pesar de mi fascinación por su seguridad, no podía pasar por alto su actitud estirada y obstinada, detalles que despertaban desagrado en mí. Pero, joder, cómo disfrutaba molestarla.

En especial, recordaba el momento en que la hice enfadar al superarla en varios exámenes y tareas. La expresión en su rostro era una delicia, un cóctel de indignación y sorpresa que alimentaba mi diversión.

—El examen será dentro de dos semanas —la ronca voz de Graham hizo que centrara mi atención hacia él y dejara mi celular—. Les recomiendo que se hagan creyentes para que aprueben el examen —nos miró fijamente a Hertford y a mí.

«Maldita sea, si repercutirá en las notas»

Volteé hacia la princesita de sangre rosa y ella empezó a palidecer, sacándome una sonrisa por su terrible susto. Noto como lleva su mano hacia sus clavículas para empezar a acariciarlas, veía que hace eso cuando está nerviosa o estresada.

—Disculpe —interrumpió la castaña a su lado, Valery—. ¿Nos permitirá ingresar con un tipo de formulario para los ejercicios?

—Por supuesto, el que estará memorizado en su cabeza —indiferente se volvió a su asiento

Todo el aula empezó a lamentarse y si algunos lo hacían en silencio era suficiente con ver sus rostros para saber que ni rezando a diez dioses a la vez se sentirían preparados. Por otro lado me daba igual, confiaba bastante en mí y sería demasiado sencillo aprobar.

La siguiente clase era en el auditorio de la universidad, AtWyler era un experto en el dominio de oratoria y presentación. Su materia era gestión empresarial y si no fuera porque ya había reunido la suficiente experiencia de forma empírica en las empresas de la familia estaría seguro que no podría improvisar perfectamente en sus escenarios o no sería lo suficientemente cautivador para él.

—Muy bien, jóvenes —empezó la clase entrando en su elegante traje gris, me senté y coloqué mi laptop en la mesa para prestarle atención—, haremos un ejercicio de simulación.

Los murmullos y lamentos resonaron en todo el auditorio. La mayoría no apreciaba este tipo de situaciones, pero en la vida real, uno tiene que aprender a jugar con las cartas que tiene o con las que te permiten jugar.

Empezó a escribir en el pizarrón la actividad que íbamos a realizar.

—Competencia de simulación empresarial. En parejas, deberán tomar decisiones estratégicas para gestionar su empresa y maximizar las ganancias —nos miró a todos con una gran sonrisa—. La pareja que tenga una presentación más cercana a la perfección quedará exenta de mi examen y tendrá cinco puntos extra.

Suspiros (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora