──03, abrirse al sufrimiento

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DeVille caminaba hacia la habitación de la bajista repasando sus alocadas ideas

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DeVille caminaba hacia la habitación de la bajista repasando sus alocadas ideas. No había podido dormir bien al estar pensando toda la noche sí estas eran lo suficientemente buenas para recuperar a su chica.

Aunque se sentía un poco desconfiado, lo relajaba el hecho de saber que contaba con la ayuda de Evie.

Se detuvo frente de la puerta sin despegar su mirada del papel. Antes de poder siquiera tocar o reaccionar, la puerta se abrió abruptamente golpeando su nariz y tirándolo al suelo.

—¡Mierda, Barger! —gritó el rubio sobándose la nariz—. ¡Sé que me odias pero no era para tanto!

Una risa masculina hizo que C.C. levantara la mirada con el ceño fruncido encontrándose con su ex compañero.

Bobby volvió a reír ignorando la mirada del guitarrista y besó la mejilla de la chica alejándose del lugar.

—No es lo que crees —dijo Evie extendiéndole la mano para levantarlo, el rubio sólo carcajeó.

—Oh claro, sólo estaban platicando cosas de amigos cuando ni siquiera lo son.

Evie alzó una ceja con indignación.

—Preocúpate por tu relación o ese tal Frank la terminará conquistando, teñido —soltó a DeVille dejándolo caer de nuevo para entrar a la habitación.

—¡Estaba bromeando! —reprochó siguiendo a la chica.

C.C. inspeccionaba con curiosidad cada rincón del cuarto. Todo estaba limpio a comparación del suyo, habían varias maletas de diferentes tamaños, un libro y encima de este, un bolso que reconoció al instante: el bolso con drogas que Angeline se había llevado.

Estaba en la habitación de su ex pareja o la castaña le estaba jugando una mala broma, pero al acercarse hacia el bolso se percató que aquel no era un simple libro sino un libreto con el nombre de Angeline Kuykendall en este.

Evie sonrío orgullosa al ver la reacción del guitarrista, su plan para reunirlos estaba funcionando.

—Mi cuarto está de la mierda con envolturas por doquier, debo decirle a Angie que me ayude a limpiarlo... —la bajista rió pero dejó de hacerlo al ver a C.C. rodeando sus ojos—. ¿Qué? Tus ideas son buenas pero una charla entre los dos es mucho mejor.

El guitarrista iba a contestarle pero el sonido de la puerta siendo abierta lo interrumpió, mostrando a Angeline confusa con algunos libretos en los brazos.

C.C. se paró para ayudarla pero la pelinegra se negó y dejó los libros en un rincón para después mirar con mala cara a su mejor amiga.

—¿Me puedes explicar qué hace él aquí, Evie? —preguntó Dall cruzándose de brazos.

El guitarrista bajó la mirada decepcionado, nunca había visto a Angeline comportarse de esa manera con él y ahora temía que el plan no funcionara.

—¿Por qué todos están de mal humor? —preguntó Evie tomando su chaqueta—. Deben solucionar esto, ya no quiero ser su paloma mensajera.

Angeline y C.C. rodearon los ojos.

—Nadie te pidió que lo hicieras –susurró el pelirosado.

Evie le alzó el dedo del medio como respuesta y salió sin decir nada.

—Angie...

La menor negó y tomó asiento al lado de C.C.

El joven pensó en lo peor, su relación finalmente había terminado o ella había encontrado a otro hombre que si la valorara y no uno que prefiriera las drogas antes que a su chica.

—Deja de pensar en eso, Bruce —soltó la pelinegra de la nada, como si le hubiera leído la mente—. Cuando amas a alguien, te abres al sufrimiento, permites que aquella persona te haga nuevas heridas... Prometiste no hacerlo y volviste a fallarme. ¿Cómo puedo confiar en ti cuando demuestras que no te intereso? Es la triste verdad.

C.C. tomó las manos de la contrario, estaba arrepentido del daño que le había causado y quería hacerle saber que le importaba pero las palabras no le salían.

—¡Claro que me interesas! Eres la que provoca mi felicidad, eres mi motivo para alejarme de las malditas drogas, eres mi todo, cariño, eso es todo lo que puedo decirte.

Angeline desvió la mirada y se levantó dejando aún más confundido al pelirosado, pero ella sabía que C.C. seguiría drogándose y no dejaría las drogas al menos que lo pusieran a prueba.

—No estás entendiendo... —susurró la pelinegra dándole la espalda.

—¡¿Por qué no puedes perdonarme y olvidar todo?! —gritó DeVille cubriéndose el rostro.

—¡No puedo ir perdonando tus infidelidades y tus adicciones todo el tiempo! —lo encaró con lágrimas en los ojos sin quitarle la mirada de encima—. La vida continúa, tengo un futuro al que sí planeo llegar, Bruce.

Un silencio inundó la habitación. Ninguno se atrevía a decir nada porque sabían lo lastimados que saldrían.

DeVille se paró de la cama de la nada, su molestia y tristeza se notaban desde lejos. Caminó mirando por unos segundos a la pelinegra hacia la puerta para evitar aumentar la tensión y pensar bien las cosas.

—Por el momento, podríamos ser amigos... —dijo Angeline con tristeza.

DeVille asintió sin mirarla y salió azotando la puerta.

Angeline suspiró, le dolía verlo reaccionar de esa manera pero era por su bien, no quería encontrarlo muerto de alguna sobredosis o que por culpa de sus excesos no lograra formar la familia que él tanto deseaba.

Caminó hacia el escritorio para leer uno de sus tantos diálogos, tomó el libreto de la película más cercana a grabar. Frunció el ceño al encontrar una imagen de ellos abrazados, un sentimiento de nostalgia la invadió al ver lo feliz que eran y ahora todo había llegado a su fin.

 Frunció el ceño al encontrar una imagen de ellos abrazados, un sentimiento de nostalgia la invadió al ver lo feliz que eran y ahora todo había llegado a su fin

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