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Jimin había sido expulsado del infierno por no ser suficientemente malvado, ya que el ahora pelimorado (Jungkook le había teñido el cabello un fin de semana y el demonio había amado los resultados), manejaba una estricta ley de no lastimar ni ser desagradables con quiénes no lo habían lastimado antes.

Por eso había terminado vagando por el mundo, siendo llamado por la magia de los árboles y extrañando a sus padres.

Un demonio solitario y perdido, hasta que encontró a Jeon Jungkook.

— ¿Qué extrañas del infierno? — le preguntó un curioso Jungkook, tomando un pedazo de pizza de la caja.

Ambos se habían quedado comiendo, bebiendo cervezas (que el cuerpo humano de Jimin adoraba grandemente), y charlando hasta tarde. Eso sin mencionar las películas con algunos zombies, que nunca podían faltar.

— No mucho, Kookie. — admitió el pelimorado.

— ¿Volverías?

— Nop, para nada.

— ¿Por qué?

— Porque tú no estás allá.

— ¿Y si voy cuando muera?

— Volveré al infierno aunque sea lo último que haga.

— ¿Y si voy al cielo?

— Soy amigo de Jesús, me dejará verte. Es un buen tipo, pero su padre, meh. Un completo aburrido. — contó Jimin como si no fuese nada.

Jungkook estalló en risas y no pudo parar, Jimin lo miró como si estuviera loco.

Así era el día a día viviendo con un demonio.

Bueno, Jimin ya era más que un demonio.

Era quién más amaba.

Ya había pasado un año.

𝐠𝐢𝐦𝐦𝐞 𝐦𝐲 𝐭𝐫𝐞𝐞;; 𝘒𝘰𝘰𝘬𝘮𝘪𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora