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Jungkook y Jimin seguían saliendo a buscar árboles mágicos, como para esconder que la verdad era que Jimin nunca abandonaría la casa del humano. Porque sorprendentemente para cualquiera que escuchara su historia, aquel demonio amaba con todo lo que era a ese castaño de ojos grandes y bonitos.

— Oye, Kookie. Los árboles que vimos hoy tampoco me gustan.

— ¿No? Pues no te preocupes, mañana buscaremos más.

— Es que los de mañana tampoco me van a gustar. Porque no son tú y tú eres mi nuevo cómodo y lindo hogar.

Jungkook lo tenía entre sus brazos y Jimin le acariciaba los cabellos pacientemente.

Jungkook sonrió con total amor, porque ya había visto venir esa respuesta y se sentía feliz de haber sabido siempre que Jimin lo adoraba tanto como él lo hacía.

— Es que ahora somos una familia, Jiminssi.

— Somos una familia, Jungkookssi.

Le sonrió al humano y lo besó cortamente en los labios.

Jungkook nunca olvidaría la suavidad de la boca de Jimin contra la suya.

Se miraron a los ojos con inmenso amor, en un suspiro.

No buscarían más árboles ni pretextos, querían estar juntos. No importaba nada, ni que humanos y demonios nunca se habían amado antes ni lo que el pasado dijera.

Ni siquiera importaba el mañana.

Sólo que se querían y deseaban estar juntos, darse más besitos dulces y ver películas de zombies.

Jungkook quería que Jimin lo asustara todas las madrugadas cuando fuera por un vaso de agua, porque lo amaba y era su príncipe.

Jimin lo amaba más que a cualquier árbol mágico. Era su todo, su amor.

Y eso estaba bien, amarse estaba bien.

—Hmmm... Te amo. — murmuró Jimin, durmiéndose en los brazos del humano.

— Te amo más, mi cielo. — le susurró Jungkook de regreso, adorando con la mirada al príncipe demonio.

Lo besó en la frente. Le quería, le amaba. Y eso estaba bien.

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𝐠𝐢𝐦𝐦𝐞 𝐦𝐲 𝐭𝐫𝐞𝐞;; 𝘒𝘰𝘰𝘬𝘮𝘪𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora