Me pertenecen

1.3K 111 29
                                        

*Kagome aun pude viajar entre dimensiones y otras cosas que amolde para el beneficio de la historia.




*Kagome aun pude viajar entre dimensiones y otras cosas que amolde para el beneficio de la historia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





Inuyasha no era idiota, al menos en lo que concernía a su cuerpo.

Desde pequeño aprendió a cuidarse por sí solo, a veces con la guía de la vieja pulga.

Habían pasado dos meses desde el último encuentro con su hermano, habían pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo.

Estaba feliz aunque intrigado, por no haberse tenido que cruzar con otro de sus calores, pero también estaba algo inquieto por otras razones.

La primera vez fue tan solo una semana atrás, Kagome había vuelto de su época con golosinas como habitualmente hacia* y él; de la misma forma, había pegado en su mochila en busca de esa bolsita con comida crujiente.

Grave error, el sabor se sintió como comida podrida en su paladar, el aroma le mareo y le obligó a sentarse. Llevo una de sus manos a su boca y huyó antes de que nadie le viera, vaciando el poco contenido estomacal en el primer hueco de árbol que se encontró.

El mal humor del medio demonio iba en aumento. Prácticamente se molestaba por todo y por nada, tanto el monje Miroku y Sango le decían que no era algo normal, aunque Kagome se decantaba hacia el lado de decir que solo era uno de sus habituales berrinches.

Inuyasha no era capaz de recordar si alguna vez se había enfermado, había visto a Kohaku e incluso a algunos de los mocosos que en ocasiones le trajeran a sanar al monje pervertido e incluso sus hijos, pero que algo así le pasará a él era inaudito.

Tuvieron después de eso un par de batallas menores, demonios insignificantes que fueron fácilmente acabados con solo sus garras sangrientas, pero al término de ello el más molesto de los dolores de cabeza y cuerpo se manifestaron como pulgas incómodas en el pelaje.

Decidió marcharse solo por ahí por un tiempo, tenía una necesidad insana por ver a el desgraciado de su hermano, más obviamente no iría a buscarlo, Inuyasha preferiría comer su propio brazo antes de correr a sus brazos.

Fue entonces, que su ira carcomió cada fibra de su cuerpo, con solo unas cuantas palabras y un recuerdo.

—Debo asegurarme— había dicho

El anciano Myoga le veía con incredulidad y un tenebroso mutismo, después había saltado a su hombro gritando como poseso, muy pocas veces le había visto así de molesto.

—¡Que es lo que has hecho! — Le había gritado, para después quedarse quieto y corregirse a sí mismo — ¿Qué es lo que te ha hecho?—


—¿De qué demonios estás hablando anciano? Que no te entiendo—


Desde aquel último encuentro Inuyasha no había querido prestarse atención a si mismo. Era como un enorme monstruo frente a su puerta al que no quería enfrentarse, sabía que ahí estaba más solo pasaba de lado.


PERTENENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora