Prólogo.

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Las cenas en casa, junto a mi pequeña familia, eran siempre tranquilas. Un poco de charla por parte de mis padres, muy poco, y tenía la leve sospecha de que era debido a mi presencia el que no pudieran entablar una fluida conversación.

Pero esa noche, el aire estaba viciado. Denso, pesado.

Y yo sabía que el silencio era distinto. Existen muchos tipos de silencio, el de hoy, conseguía impacientarme, algo que no sucedía mucho.

Me pregunté si era el resultado de la descontrolada lluvia, o los estruendosos truenos que hacían un gran espectáculo más allá de las paredes de mi casa.

Decidí dejar mi cena de lado para concentrarme en mis padres, e intentar adivinar el por qué de sus tensos hombros. No sabría decir qué era lo que estaba llenando el aire en ese momento, pero era lo suficientemente fuerte para que todos lo notaran e ignoraran al mismo tiempo. Podía ver a mi madre jugar con la comida de su plato, sin rastro de apetito, mientras mi siempre imponente padre no paraba de beber del costoso vino.

Estaban muy nerviosos, o el clima no había sido el único en volverse loco.

Mantuve el fuerte presentimiento de que estaban ocultando algo importante, y no estaba seguro de que se me fuera permitido preguntar. Podía tratarse de un tema exclusivamente para adultos, etiqueta con la que no se me era considerado pese a tener 17 años ya cumplidos.

Normalmente hubiese desistido del tema, no solía interesarme en lo que mis padres hacían, no obstante, había algo ahí que, presentía, podía interesarme. Lo veía en sus rostros huyendo del mío.

En algún momento de la fría noche, los marrones ojos de mi madre se cruzaron con los míos, y ella los apartó a toda prisa. Me giré lentamente hacia mi padre y ocurrió exactamente lo mismo. Al parecer tenía razón al considerar que el tema me concernía.

Deduje que querían decirme algo, mas no tenían las agallas para hacerlo. Si no fuese así, no veía la causa por la que se encontrasen tan nerviosos, y ello solo me lleno de una ligera incertidumbre, cuestionándome si se trataba de algo malo.

Hacía que ya no quisiera saber.

Y, por otro lado, no pensaba levantarme de la mesa hasta saber lo que estaba sucediendo.

"Creo que hay algo que quieren decirme." Dije en voz baja, mirando a las únicas dos personas restantes en el enorme comedor.

No dijeron nada por un rato, acostumbrados a ignorarme. Ni siquiera entendía la necesidad de mi madre por compartir la cena juntos. Nuestra comunicación y cercanía fraternal era igual a la que tienen los perros machos con sus cachorros.

"¿Qué sucede?" Pregunté directamente, la cena ya olvidada.

Finalmente, mamá se puso recta y se aclaró la garganta.

"Taehyung." Comenzó a decir, sin verme a los ojos. "Tu padre y yo, hemos estado hablando y creemos, los dos..." Enfatizó esa última palabra. "Que un cambio podría venirte bien."

Fruncí el ceño.

"Antes que nada, es mejor que sepas de antemano que nos vamos a Rusia."

El hecho de que mi madre lo haya dicho tan casualmente me tomó desprevenido. Levanté las cejas.

"¿Por qué?"

Mis padres no estaban acostumbrados a darme explicaciones, pero en esa ocasión decidieron tenerme algo de compasión.

"Debido que estamos abriendo una nueva cadena de sucursales en aquel país, me veo en la responsabilidad de dirigirlas directamente." Fue la breve respuesta de mi padre.

Intercomio | VharemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora