Capítulo 1: Libertad.

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De Seúl a Jeju, dependiendo del transporte en el que te muevas, es un promedio de dos horas de viaje. En el avión privado de la empresa de papá, fue solo una. Recuerdo que arribamos al aeropuerto alrededor de las 3pm, y según la banal idea de horarios que me dio mi madre, las clases en el internado habían comenzado desde las 8 am.

Nos atrasamos mucho por culpa de mis padres. Realmente no sé qué fue lo que les tomó tanto tiempo cuando se fueron toda la mañana y me recogieron hasta la 1:30 pm. Casi llegué a pensar que lo hicieron a propósito, postergando ligeramente el momento de mi partida, pero la idea solo me sacó una carcajada. Hace meses que no me reía como lo hice en ese momento. No solía bromear conmigo mismo.

Es que era imposible, y yo lo sabía. Los empleados en casa también. Cuando llegamos a Jeju, pensé que nos quedaríamos en un hotel hasta el día siguiente para llegar a tiempo, antes de que las clases empezaran.

En su lugar, una vez estuvimos fuera del aeropuerto, mis padres me subieron a un auto y condujeron directamente hasta la escuela. La necesidad de deshacerse de mi era casi cómica, pero yo no tenía ni un poco de humor entonces.

Iba en la parte de atrás del auto que se movía con libertad en la carretera. El colegio se encontraba realmente lejos de cualquier lugar turístico, o por el que habitaran muchas personas. Al principio, me entretuve un poco viendo por la ventana, mas se convirtió en algo tedioso después de cinco minutos.

En algún momento dejamos atrás la civilización y nos adentramos a un largo camino, con kilómetros de flora y fauna a los costados. Está de más decir que yo estaba terriblemente aburrido. No tenía ningún interés en ponerme a contemplar los árboles que pasábamos a toda velocidad, ni de abrir la ventana para llenarme del olor silvestre.

Odio los autos. Los considero maquinas asfixiantes, y tan solo montarme en uno me provoca mareos. Apenas puedo mantener los ojos abiertos, por lo que intentar leer un libro estaba descartado. Escuchar algo de música igualmente, porque a mis padres no les gustaba sentir que yo los ignoraba.

Eran personas muy extrañas. No me dirigían mucho la palabra, y no se interesaban en cualquier tema que yo quisiera tocar. Siempre fui un chico muy ignorado, y a pesar de que eso nunca me había causado un problema, al menos del que sea consciente, cuando yo comencé a crecer, y por consecuencia, a cambiar, mis padres se vieron realmente atacados con mi falta de necesitada atención e indiferencia.

Regresando al solitario camino, yo luchaba por no quedarme dormido.

Debo admitir, que la molestia que me dominó cuando se me fue dicho el lugar a donde me llevaban, fue bastante momentánea. Eso no significa que estuviese emocionado, o mis dudas respecto al internado Dong se hayan disipado. En lo absoluto.

El saber que mis maletas se encontraban justo detrás de mi espalda, era suficiente para provocarme una sensación desagradable. Dos años son mucho tiempo, y sabía que las cosas no debían ponerse emotivas, pero ya comenzaba a extrañar la tranquilidad de mi vida.

Todo era por eso. El problema no radicaba en tener que alejarme de mi pequeña familia, sino en despedirme de la sencillez que caracterizaban mis días. Alejarme del exterior, y limitarme a estar encerrado entre lujosas paredes, y estrictas reglas.

Porque es a eso a lo que se refiere vivir en un internado. Son lujosas cárceles juveniles para quien puede pagarlas. Mas no importa que tan costoso sea, o que tan buena sea la cena de todas las noches. Te arrebatan un pedazo de libertad, y eso es suficiente para que yo la considerase como una cárcel inevitable. Lo único que me enfurecía realmente, era no poder caer en cuenta de cual había sido mi crimen.

Durante mi reflexión como único método de entretenimiento, también me pregunté si realmente tenía derecho a quejarme. No conocía el significado genuino de la libertad.

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2020 ⏰

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