𝘖𝘯𝘦

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Al despertar, mis oídos sintieron un agudo dolor reconociendo el ruido alrededor. Había alguien hablando sobre el último asesinato en Bujan, personas cantando, algo taladrando una pared, animales gruñendo, ladrando y maullando. Tapé mis oídos con cierta desesperación debido al dolor que estaba sintiendo. Cuando mis oídos se acostumbraron al ruido ya era demasiado tarde, y en mi cabeza se hacía presente una terrible jaqueca.

Las pastillas para lidiar el dolor estaban junto a mi celular, naturalmente tomaría lo segundo, pero creo que hoy estoy un poco...Sensible.

Con las pastillas entre mis manos me dirigí hacía el baño, sintiendo mi cuerpo pesado. Un rostro blanquecino, con grandes ojeras negras apareció en el reflejo del baño, un chico de dieciséis años bastante...Arruinado. Me toqué el rostro y acaricié mis mejillas sintiendo lo seca que se encontraba mi piel.

Con un vaso de agua las pastillas acabaron bajando por mi garganta. Ansiaba el efecto que pudieran causar esta vez.

Volví al pequeño cuarto, tomando entre mis manos el celular para ver la hora.

06:21 AM.

Carajo. Dos horas de retraso.

Decidido a tratar de ignorar el ruido me vestí lo más abrigado que pude. Aunque fuese otoño, mis defensas bajas podrían jugarme una mala pasada y terminaría desmayado en cualquier sitio o con un resfrío en el momento menos conveniente.

Caminando hasta la cocina pude percibir el alto volumen de la televisión y la radio, las garras de algunos perros arañar las puertas, a un gatito maúllar entre mis piernas. Lo agarré entre mis manos y lo acaricié un poco para dejarlo de nuevo sobre el suelo.

Al principio me volvía loco el ruido e intentaba acallarlo cada que podía. Notaba la gravedad en mi salud y llegué a preocuparme mucho por la misma, pero; ¿Cómo darle fin a algo que no controlas?

El olor a café inundó la pequeña cocina poco después que terminé de prepararlo, sentado solo en el comedor, agarré los controles para apagarlo todo.

— Siéntate recto. — Habló una mujer pasando junto a mí, automáticamente mi cuerpo acató la orden mientras colocaba una cuchara de azúcar dentro de la taza humeante. La mujer me miró de reojo y siguió su camino hasta la cocina.

— Ya déjalo, mujer. —Habló un hombre de cabello negro tomando lugar junto a mi sin quitar la vista de las noticias más recientes. La mujer paró en seco, mirándolo incrédula.

— ¿Puedes no meterte en la educación de mi hijo? — Escupió, y tan rápido como la primera taza golpeó la pared a un lado de la mujer, los auriculares empezaron a reproducir mi canción favorita de Agust D.

Todos los días, y sin ninguna falta sucedía lo mismo en la familia Park. Intentaba creer que papá estaba agobiado por no tener trabajo y que mamá tenía demasiado con lo qué cargar, esto pronto terminaría y seríamos finalmente...

¡Cierra la puta boca, Hahn!

Una familia.

¿¡Por qué no la cierras tú, maldito viejo vago!?

Feliz.

Me levanté de mi lugar, ya con mi taza vacía. La lavé, coloqué los libros correspondientes a las materías de hoy en mi mochila y salí de ahí sin decir nada.

— ¿¡Por qué diablos no te largas de una vez!?


Silencio ❘Yoonmin❘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora