La conocí en la escuela. Pasamos juntos muchos años. Pero nunca me atreví a dirigirle la palabra, casi siempre por el temor de exponerme a la burla de los demás.
Ana era su nombre. Una joven bella, inteligente, atlética y divertida. Siempre era amable con los demás, mis compañeros le tenían cierta admiración y respeto, aparte que dejaba babeando a más de uno con su fisonomía. Sin embargo, todo lo que tenía de coqueta y zalamera, lo tenía también de egoísta y arrogante conmigo, como si se transformara en otra persona cuando me acercaba a hablarle.
Sin duda, enfatizo, esta una historia con un final feliz.
Como les iba diciendo, Ana era buena con todos, excepto conmigo. Tardé tiempo en descubrir sus motivos, pero por el momento, debo contarles que en el fondo llegué a sentir algo por ella. Como cualquier tonto enamorado, verla junto a otros chicos, sus muchos admiradores, me causaba cierta envidia. Tal vez porque eran jóvenes altos, guapos, llenos de testosterona, deportistas, aunque tuvieran el intelecto de un chorlito y pensaran sólo con lo que tienen entre las piernas; ¿quién se fijaría en un chico delgado, con una pierna ortopédica, cuya materia favorita era química y lengua castellana, y pasaba el tiempo analizando libros de temas varios? A gente así le es imposible encontrar el "amor verdadero".
Una mañana normal de ella era más o menos así: llegaba faltando 5 minutos antes de empezar la clase, se hacía en el primer asiento de nuestra fila, hablaba un rato con sus amigas de su novio súper millonario que cada día llegaba a recogerla en su auto deportivo, de su casa lujosa en las montañas y las fiestas alocadas que planeaba para el fin de semana. Cuando el profesor llegaba al salón, le daba un golpe en las posaderas a uno de los chicos deportistas que apenas iba entrando, y quedaba confundido y sonrojado. Una completa perra, como se le conoce coloquialmente a esas mujeres.
Es precisamente en ese momento en el que ella gira su cabeza y me mira. Su sonrisa y ojos risueños desaparecen en un instante, tornando su felicidad a... repugnancia, como si yo fuera un leproso cubierto de sarna y moscas que tiene disentería. Pero en mi mente sólo queda la imagen de los milisegundos que ella sonrió.
Esa es la única vez que me dirige la mirada en el día. De resto, se la pasa con sus amigas de estrato 10, hablando de sus cosas, más que todos de temas pervertidos. Aunque hay veces que, cuando el profesor hace una pregunta y yo soy el primero en responder, sólo susurra algo a su compañero de al lado. Parece ser algo hacia mí, porque él o ella se reía pasito.
La mejor parte del día para mí era la tarde - noche, cuando dejaba a un lado mis experimentos y mis libros para tumbarme en la cama y dejar que mi mente se enfocara sólo en ella. Me metía entre las cobijas, teniendo todo tipo de sueños, fantasías y fetiches que no deseo mencionar, como un auténtico Salvador Dalí. Se puede decir que, ese era realmente el momento en el que era yo mismo, cuando me imaginaba teniendo citas románticas frente a la Torre Eiffel, esquiando con ella en los Alpes, navegando en una góndola sobre el Canal de Venecia mientras sonaba una melodía de violín casi perfecta, dándonos un beso apasionado y durmiendo en el césped bajo la luz de la luna.... sólo para despertar al día siguiente y darme cuenta que la realidad es dolorosa y despiadada hacia los ilusos como yo.
Que bellos momentos de desahogo eran aquellos, tratando de evadir la realidad. Poco a poco me fui desesperando, ya que todos los días era la misma rutina: despertar, ir al colegio, verla atentamente, llegar a casa, comer poco, hacer experimentos y cosas de intelectuales, hasta que llega la noche y despierto al otro día, dándome cuenta de lo inútil y estúpido que era al creer que algún día ella sintiera hacia mí algo que no fuera repulsión. Era como una computadora, siguiendo simples algoritmos, una y otra vez, hasta el fin de mi existencia. Llegué a la conclusión de que, la única forma de dejar de pensar en ella es tratarla de la misma forma en que ella me trata a mí. Era un completo masoquista, haciéndome cada día más daño.
ESTÁS LEYENDO
FESTIVAL DE PESADILLAS
HorrorImagina que cada ser humano tiene un lado oscuro de su mente, un rincón que a pesar de su tamaño, está lleno de imaginaciones lóbregas, seres truculentos y un pensamiento umbrátil que poco a poco crea un sentimiento de derrotismo y desesperanza. Des...