La Vida en Londres

226 26 2
                                    

Reto: Draco Malfoy en Mugglelandia

Draco se había aburrido del mundo mágico, de los murmullos cuando pasaba por las calles, los gestos de desprecio, las puertas cerradas en la cara, las miradas impertinentes hacía su brazo, buscando siempre la marca que él intentaba ocultar. Era demasiado humillante y él no tenía porque soportarlo.

Su padre había muerto en Azkaban y su madre se había instalado en Italia, lejos de todo el escándalo, de juicios, de amigos muertos en la guerra. Él se refugió donde estaba seguro que los periodistas de El Profeta no lo molestarían más, desde hacía años vivía en el mundo muggle.

Se adaptó mejor de lo que pudo imaginar a ese mundo lleno de libertades y mucho más libre de prejuicios. Compró un elegante pent house en un exclusivo edificio de Stamford Street y comenzó su nueva vida.

Conoció a grandes amigos, Yves Saint Laurent, Giorgio Arman, Valentino, Versage, Ralph Lauren, Salvatore Ferragamo y algunos otros, a los que sedujo con algo de dinero y se volvieron sus incondicionales. Sus noches estaban impregnadas de paseos por el Soho y Brixton con sus magníficas discotecas gay. Podía pasar tardes enteras gastándose una fortuna en los almacenes de Selfridgfes y cenar cuando quisiera en los mejores restaurantes. Las distancias no eran un problema para él, siempre podía usar los medios de transporte mágicos pero cuando le apetecía algo más mundano simplemente se subía en su Lamborghini negro. Los chicos más calientes entrando a su cama una y otra noche, ninguno volviendo al día siguiente, sin compromisos ni emociones. Los negocios en su mejor momento, trabajar con muggles era mil veces más sencillo que con magos. La vida en Londres era buena... hasta que se cruzó con él.

En uno de sus paseos a bordo de su precioso auto, distraído por la música y las luces de la ciudad, no vio de donde salió pero sintió a su corazón paralizarse cuando se dio cuenta que había golpeado a alguien. Bajó a prisa del auto suplicando para que sólo haya sido un golpe menor, lo que menos necesitaba era arruinar su pacifica vida ahí también. Encontró a un hombre joven intentando incorporarse, no parecía demasiado lastimado.

—¿Estas bien? —Preguntó tratando de ocultar su nerviosismo mientras se acercaba a ayudarlo— ¿quieres que te lleve al hospital?

El joven que aun permanecía en el piso levantó la mirada y parecía tratar de distinguirlo. Él lo reconoció de inmediato, aún sin sus espantosos lentes, ese rostro le era demasiado familiar.

—¿Potter?, ¿eres tú?

—¿Malfoy?

—Claro que soy yo, idiota. ¿En que diablos estabas pensando cuando te arrojaste sobre mi auto?

Nunca se imaginó encontrarse a Potter en medio de Londres, al menos no en el lado de la ciudad en que él solía moverse y mucho menos bajo esas circunstancias. Lo tomó del brazo para ayudarlo a ponerse de pie pero Harry no lo consiguió, trastabilló apoyándose en el cuerpo de Draco para no caer y mostrando un enorme gesto de dolor.

—Creo que me lastimé el tobillo.

Draco suspiró para intentar calmarse ¿por qué tenía que pasarle esto justamente a él? Recomponiéndose tomó de la cintura a Harry permitiendo que este se apoyara en él y lo ayudó a subir a su auto.

—Vamos, te llevaré al hospital.

—No es necesario, en casa tengo algunas pociones y...

—Probablemente tengas una luxación y necesitas una radiografía —insistió Draco—, luego veremos si te sirve algo de poción crece huesos o alguna otra —hace una pausa para luego mirarlo fríamente—. A menos que quieras que te lleve a San Mungo.

—No —dijo tajante Harry—. El hospital muggle está bien.

Dicho eso Draco arrancó el auto cambiando el rumbo, al parecer su noche de juerga estaba echada a perder.

Un par de horas después llevó a Harry a su departamento, que para su sorpresa quedaba a solo unas cuadras de su pent house y era mucho más cómodo tenía más estilo del que hubiese podido imaginarse viniendo de Potter.

Tenía una fractura menor en el tobillo. Los médicos le habían puesto una gruesa bota de yeso y le dieron una dotación enorme de analgésicos. Draco ayudó a Harry a acomodarse en el sofá y dejó las medicinas sobre la mesita que tenía frente a él.

Habían permanecido en silencio todo el camino. Draco estaba a punto de irse cuando lo vio frotarse los ojos, había repetido el gesto toda la noche y entonces se dio cuenta de que Potter tal vez había perdido los lentes y no que ya no los estuviese usando como él había pensado hasta entonces.

—Potter, aun no me explicas como es que terminaste estrellándote contra mi auto.

Harry suspiró cansado, los analgésicos estaban comenzando a hacer efecto.

—Perdí mis lentes y quería volver a casa. Pensé que podría guiarme sin necesitarlos, pero creo que mi miopía no ha mejorado nada.

—Siempre haciéndote el héroe —respondió Draco—. ¿Es qué no podías llamar un taxi?

—Tenía prisa y quería caminar.

Draco rodó los ojos y revisó las recetas de Harry, de pronto lo invadió la curiosidad, había algo detrás de todo eso que no le estaba diciendo. Vio la receta de los lentes de Harry, seguramente había pedido que le dieran una orden con las medidas necesarias y aprovechando la ceguera temporal de Potter la metió en su bolsillo despidiéndose.

Al día siguiente se presento en el departamento de Harry llevando una caja entre las manos. El moreno se sorprendió de la visita pero lo dejo pasar amablemente.

—Te traje poción crece huesos —dijo Draco una vez dentro del departamento— y un regalo.

Harry pudo ver las sombras de la caja y Draco lo ayudó a abrirlo. Eran unos lentes, de una elegante montura Prada y obviamente con su medida. Se las colocó y pudo por fin apreciar el rostro de Draco. Se sorprendió al ver lo bueno que estaba su antiguo enemigo, el cabello desordenado cayéndole sobre el rostro de forma atractiva, los ojos grises que lucían más vivos que antes, su ropa ceñida dejaba ver que su cuerpo delgado era firme y hablaba de horas pasadas en el gimnasio. Sintió un tirón en los pantalones debido a que su polla tenía vida propia y se había despertado con sólo la imagen de Draco.

—No necesitabas molestarte —fue lo primero que se le ocurrió a decir—. Pero te lo agradezco.

—No quería arriesgarme a que te lances nuevamente contra mi auto —dijo Draco restándole importancia el tema.

Harry le sonrío y le agradeció por la poción crece huesos también, era un proceso doloroso pero más rápido que esperar a que el yeso haga su trabajo.

Draco no supo cómo pero terminó visitando a Harry las siguientes tardes. Se enteró que tenía una pequeña escuela de defensa en Londres, alejada del mundo mágico, para los muggles era un centro de enseñanza de defensa personal, para los magos era un lugar donde practicar duelo y aprender hechizos nuevos. Descubrió que Potter, al igual que él había abandonado el mundo mágico harto de ser vigilado constantemente por fotógrafos y presionado por el ministerio para que asista a miles de eventos y reuniones políticas que a él poco le importaban. Que había dejado atrás a sus amigos, que nunca estuvieron de acuerdo con su autoexilio y ahora los veía sólo en fechas importantes. Que perdió los dichosos lentes escapando de un fotógrafo de El Profeta que intentaba fotografiarlo en medio de las calles de Londres y cayeron de su bolsillo cuando se los quito para intentar despistarlo mientras salía corriendo en dirección opuesta, justo antes de que Draco lo golpease.

De pronto eran amigos, sin darse cuenta se volvieron amantes. Las visitas a las discotecas nunca más las hizo solo y dejó Harry entrar y salir de su cama cuando quisiera, sin embargo ya nunca lo dejó salir de su casa. Terminaron compartiendo cajones. Entrelazando sus almas. La vida en Londres era buena... y era mejor ahora que estaban juntos.

Draco Malfoy ♔ Drabbles DracothonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora