Capitán de Mar y Guerra 6 - Episodios de una Guerra

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NOTA DEL AUTOR

Cuando en un relato se entrelazan la historia y la ficción, es posible que el lector qui-era saber en qué medida los hechos reales han sido alterados. En este libro he incluido dos batallas navales reales y al narrarlas me he atenido estrictamente a relatos contempo-ráneos, cartas oficiales, periódicos y revistas de la época, las actas de los juicios en que un consejo de guerra juzgó a los capitanes que perdieron sus barcos, los libros de James, uno de los mejores historiadores navales de su tiempo, y las biografías y memorias de quienes participaron en ellas. En mi opinión, por lo que respecta a la Armada real y la joven Armada de Estados Unidos, no tiene sentido tratar de mejorar sus acciones reales, pues los hechos tal y como fueron, sin adornos, hablan por sí mismos, y tan alto como una andanada. La única libertad que me he tomado ha sido colocar a bordo de sus bar-cos a mis personajes y aunque no se encuentran tan apartados de la acción como Fabrice en la campiña de Waterloo, tampoco desempeñan un papel importante ni cambian el rumbo de la historia.

A aquellos lectores que deseen conocer más detalles sobre la segunda batalla, les reco-miendo el libro Memoir of Admiral Sir P. B. V. Broke, Bart, KCB. (Londres, 1866) del reverendo Brighton, doctor en medicina. El libro parece una hagiografía y en ocasiones no es veraz ni generoso al hablar del enemigo, pero el autor conoció a muchos supervivi-entes del bando británico (incluido el señor Wallis que aparece en estas páginas como un joven, quien llegó a convertirse en sir Provo Wallis, almirante de la Armada real, y per-maneció largo tiempo en la lista de oficiales en activo y vivió cien años) y con una preci-sión más propia de un médico que de un pastor, da detalles sobre todos los disparos con balas redondas, balas de cadena y metralla que alcanzaron las fragatas que tomaban par-te en la batalla.

Indudablemente, mi imaginación no pudo superar los hechos que ocurrieron en reali-dad durante las batallas y tampoco pudo encontrar mejor ejemplo del inglés hablado por un francés que las palabras de Anthelme Brillat-Savarin, que vivió en Estados Unidos tras la Revolución francesa (durante su estancia allí cocinaba ardillas con vino de Made-ira). Quienes hayan leído su obra Physiologie du goût podrán reconocer su ironía en uno de mis personajes.

Por último, quisiera agradecer al Archivo Nacional y al Museo Marítimo Nacional por prestarme su ayuda y tener la amabilidad de enviarme copias de los diarios de navegaci-ón originales y los planos de las fragatas que participaron en las batallas. Espero que el hecho de contar con esos documentos auténticos haya contribuido a dar realismo a esta novela.

CAPÍTULO 1

El cálido monzón, que soplaba desde el este con poca fuerza, hacía aproximarse el Le-opard a la bahía Pulo Batang. El navío había desplegado todo el velamen que podía con el fin de llegar al fondeadero antes de que cambiara la marea y entrar en él dignamente, a pesar de que su aspecto era lamentable, pues las velas tenían remiendos, estaban desco-loridas y se habían vuelto tan finas a causa del mal tiempo que parecían de percal y ape-nas podían impedir el paso de la brillante luz, y el casco estaba aún peor. Cualquier mari-no podría darse cuenta de que el casco había estado pintado a cuadros, según el estilo de Nelson, y de que era un navío de guerra de cuarta clase[1] que podía llevar cincuenta ca-ñones distribuidos en dos cubiertas, pero alguien que no fuera marino pensaría que era un viejo mercante, a pesar del gallardete y la descolorida bandera que llevaba en el tope del palo mesana. Aunque los marineros de los dos turnos de guardia estaban en cubierta contemplando la costa -que tenía un intenso color verde- y aspirando el aroma embriaga-dor de las islas Molucas, era obvio que el número de tripulantes del Leopard era muy re-ducido, lo que confirmaba la idea de que era un mercante. Además, bastaba una mirada para comprobar que no tenía cañones y era difícil creer que las figuras que estaban en el alcázar con aquellas camisas hechas jirones eran oficiales navales.

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2011 ⏰

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