Aquí otro hermosa adaptación, la historia no es mía es de Leolunna, que me ha permitido poder adaptarla, la original tiene el mismo nombre que esta.
Las invito a leerla que es preciosa.
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*Cálido y frio invierno
Los inviernos en Canadá eran fríos. Muy fríos, te hacían sentir solitario cuando no había nadie a tu lado, cuando al volver a donde vivías te esperaba un cuarto lleno de niños en tu misma situación, o peor, y con ninguno podías hablar de lo que sentías, de cuan frustrado estabas. No, solo debías soportar el frío y la tristeza por ti mismo.
Pero ahí. En ese lugar, sobre ese piso de madera en donde se movía con tanta gracia como si bailara alguna danza antigua. Sonriendo y riendo de verdad, llevando con cuidado por el dojo a ese pequeño niño que parecía amaba el Kendo tanto como él, en una pequeña lucha, aun cuando caía, caían juntos y las risas aumentaban.
Fue un invierno tan cálido.— ¡Giyuu! ¡Vamos a intentarlo otra vez! —El nombrado sonrió.
Incluso si estaba agotado, ¿cómo podía decirle que no a ese pequeño de seis años? No, no podía. Después de todo, ese pequeño había convertido su décimo invierno en uno de los más cálidos.
—Tanjiro... Ya van unas siete veces, ¿no estás cansado? —Él lo estaba. Sus piernas temblaban pero intentaba disimularlo, sonreír, fingir que era fuerte frente al pequeño por mucho que quería tirarse en el suelo a descansar un poco.
—¡Pero Giyuu! ¡Solo una vez más, por favor!
Giyuu suspiró. No podía decirle que no a esos ojos rojizos que tanta inocencia le trasmitían. Una vez más, se dijo a sí mismo, enseñarle a girar sin perder el equilibrio y ya luego podría descansar.
—¡Bien! Pero será la última vez, ¿si, solecito? —El niño chilló, y corriendo lo más rápido que podía, llegó hacia donde estaba el mayor. Lo abrazó, y se separó balbuceando que en esa oportunidad si o si seguiría el ritmo del mayor.
Giyuu sonrió.
Había conocido al pequeño en uno de los viajes que el dojo le ofrecía al orfanato del cual venía. Desde hace un mes que su orfanato visitaba cada sábado el lugar y tomaba clases de Kendo, y la primera vez que llegaron; además de dejar impresionado a cada uno de los huérfanos, Giyuu se topó con ese pequeño niño que lo siguió con la mirada hasta que el mayor se acercó a él.
A Giyuu siempre le había gustado el Kendo, desde que lo veía algunas veces en la televisión del cuarto de recreación, siempre quiso practicarlo, y en cuanto pisó ese suelo de madera, y realizo unos pocos movimientos que conocía; comprobó que tenía talento, y un pequeño niño que llevaba en Canada desde casi su nacimiento, se quedó prendado a él, le pidió que le enseñara algunas pocas cosas para su edad, y así lo había estado haciendo desde hace cuatro semanas.
Tanjiro Kamado, como se presentó ese día. Giyuu sabía que el niño era japonés, además de todas sus características asiáticas, pero había quedado impresionado al escuchar el perfecto control del idioma ingles que el niño tenía, equivocándose en solo pocas palabras, pero algo muy normal a su edad.
Lo había apodado solecito en su tercer encuentro, el había sido como un sol cálido en su vida desde que apareció, Claro, ocultó el verdadero motivo del apodo, y solo le dijo a Tanjiro que lo apodaría así porque parecía el hijo del sol
Ese día la madre de tanjiro le trajo un poco de comida para él y su hijo. No había podido estar más agradecido; sabía delicioso, y le provocaba un sentimiento cálido, como de familia que no tenía y siempre quiso tener, y pudo reconocer el mismo sentimiento al estar enseñándole al pequeño desde el primer momento.
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AL PASAR DE LOS AÑOS- GIYUUTAN
RandomGiyuu tenía 10 años cuando le prometió a Tanjiro, un día antes de irse de regreso a Japón, que se casaría con el cuando creciera. Una promesa de niños, se dijo después de todo Tanjiro solo había tenido 6 años. Para Giyuu había sido una promesa verda...