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Namjoon jamás podría cansarse de mirar el rostro de Hoseok que fue esculpido por las mismísimas manos de los dioses. Nunca dejaría de mirar a su marido contraerse por el placer que el mismo le estaba brindando, empujando en su interior con fuerza y rudeza.
Ahí en medio de la cocina en plena hora de la mañana. Tampoco se cansaría de hacerle el amor todos los días, todas las noches, todo el tiempo. El deseo no se ha apagado desde la primera vez que lo vio en el pasillo principal de secundaria,ni después de darle su primer hijo, ni el segundo, tercero y cuarto. El deseo sigue ahí a pesar de que Hobi tiene una pequeña pancita por sus cuatro embarazos, las curvas abundantes y ese gran trasero que adquirió con el tiempo hace que su pene se alce con interés.
-Namie ~ - su nombre brota en una nube de satisfacción en pleno gemido, es el sonido que también lleva a su cabeza lejos.
-¿Que pasa?- el pregunta en una embestida, empujándolo más al fregadero.
-Y-o, ugh, estoy- Hoseok balbuceó, dejándose caer hacia delante y el agua que sale por el grifo moja su cabello.
-Demonios, no lo hagas aún- Namjoon salió un par de segundos, lo que invirtió en girar al hombre y subirlo al borde del fregadero, abrirle las piernas y volver a entrar.
El orgasmo llegó tan rápido, lento al mismo tiempo, disfrutando de la explosión bajo la temperatura caliente. Es como tomar un vaso de limonada con hielos en medio de un día soleado, la frescura abrirse paso por la garganta al beber. Tal vez así se podría metaforizar un orgasmo mañanero.
Ambos respiran desenfrenados siguiendo en la misma posición, Hobi empuja los cabellos húmedos hacia atrás y se desliza por todo el cuerpo de Namjoon hasta ponerse de pie.
-Justo a tiempo- el castaño extiende una sonrisa al escuchar los pasos de los chicos en la segunda planta de la casa.
Namjoon recoge el bóxer que quito a su marido y lo ayudó a ponérselo, besándolo castamente.
