Capitulo 5

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Durante años, Ikuko había utilizado la habitación de Mina como cuarto de costura. Serena recordaba las paredes pintadas en un desafiante tono naranja y cubiertas de posters de los héroes de la adolescente Mina, sin embargo lo que se encontró fue una cuna junto a la cual había una luz nocturna con forma de bailarina. La luz era rosácea y revelaba un cuarto totalmente diferente. El naranja y los pósters habían dado paso a un azul cielo con patitos y carritos dibujados y multitud de juguetes esparcidos por todas partes. La cuna era de madera y el conjunto lo completaba un armario blanco, una cómoda y varias estanterías.

Sobre la cómoda descansaba el monitor cuya luz evidenciaba que estaba encendido, aunque no había nada que oír. Daiki dormía plácidamente.

Diam se acercó a ella como atraído por un imán. En su rostro apareció una sonrisa espontánea. Después se inclinó sobre el bebé sin pronunciar palabra. Serena, cuya mano seguía aprisionada por la de Diam, no había tenido más remedio que acompañarlo y contempló la escena con emoción. El bebé... el bebé... No le pertenecía. Era un adorable ángel. Un encanto.

Una extraña que debería haber sido lo más valioso para Serena.

Lo sabía porque lo había percibido entre su hermana y su esposo.

—¿No te parece precioso? —susurró. Era todo un papá, el papá de Daiki.

—Sí, lo es —Serena memorizó los rasgos del pequeña. «Al menos ahora la reconoceré».

—Estoy seguro de que no se despertará aunque la toques.

—¿Cómo? ¿Por qué? Quiero decir que no quiero despertarlo.

—No lo harás.

«Si fuera mía, ¿dónde la tocaría?».

Serena no lo sabía. Firmemente sujeta por Diam, alargó una mano y pensó en posarla sobre la cabecita de Daiki para comprobar si sus cabellos eran tan sedosos como los de Hotaru.

No, en la cabeza no.

Al final la deslizó bajo las mantas y la posó sobre la espalda del bebé que dormía de lado con su diminuto pijamita color azul.

—Te aseguro que estárespirando —le aclaró Diam.

—No estaba... yo solo.

—No pasa nada. Yo compruebo continuamente si respira.


Serena se sentía incómoda. No estaba lo bastante fuerte para mantener la misma postura durante largo rato y retiró la mano.

—Había pensado dejar el monitor en tu habitación —la madre de Serena se asomó por la puerta—, pero no me pareció una buena idea—. Te resultaría difícil levantarte rápidamente.

«¿Tan rápido hay que levantarse? ¿Las mamás normales saltan de la cama en cuanto oyen el menor gimoteo? ¿Y qué pasaba cuando no existían los monitores?

¿Cuánto tardaban las mamás en llegar a la habitación de sus bebés?».

—Sí, será mejor que te lo quedes tú, mamá —afirmó mientras intentaba ocultar su pánico—. No soportaría... ya sabes.

«No soportaría llegar cuando el horrible monstruo ya hubiera caído sobre la cuna. No soportaría llegar demasiado tarde para oírle recitar a Shakespeare en sueños».

—Creo que será lo mejor —asintió su madre como si se tratara de una cuestión de estado—. Lo haremos así hasta que tú decidas otra cosa. Bueno, siempre que se quede a dormir aquí.

Diam no dijo nada.

—He preparado una plantilla —anunció Ikuko cuando Diam regresó a casa de los Tsukino a la mañana siguiente.

Sonrisas de Amor..... (PRÓXIMAMENTE) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora