━ prólogo

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Busqué la guitarra por todas partes hasta finalmente encontrarla en la esquina de la habitación, debajo del montón de ropa que había estado acumulando durante toda la semana

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Busqué la guitarra por todas partes hasta finalmente encontrarla en la esquina de la habitación, debajo del montón de ropa que había estado acumulando durante toda la semana.
Como era costumbre, la colgué en mi hombro y cogí mi pequeña maleta en la que guardaba todo lo necesario.

Normalmente, cuando se acercaban estas fechas mis padres no me dejaban salir. Estaban continuamente organizando todo, día y noche pues, todo tiene que estar a la perfección. Y sí, hablo sobre las grandes fiestas que mi familia, Los Green, organizaban todos los años para los más ricos de Outer Banks. Mi madre siempre me pedía ayuda y, honestamente, intentaba dársela pues sé que para ella era muy importante pero, siempre terminaba aburrida, escabulliendo de todo el escándalo que se formaba. Al final, aquel no era mi lugar. Simplemente, no era mi ambiente.

— ¡Mamá! — grité mientras cogía la última manzana del cuenco de la fruta para, a continuación, darle el primer mordisco — me voy.

— Georgia Abby Green — mi madre bajó rápidamente las escaleras — si usted cree que tiene el derecho a salir, está muy equivocada. Señorita, acérquese porque tenemos mucho que hacer.

Observé a mi madre por un segundo, analizando mentalmente lo que estaba por hacer. Geo, lo has hecho millones de veces, una más no marca la diferencia, pensé.

— Lo siento — dije echándome a correr hacia la puerta. Cuando estuve fuera de la casa empecé a reír a carcajadas pues, los gritos desesperados de mi madre se escuchaban por toda la calle.

Me alejé un poco de mi hogar y cuando estuve realmente segura de que nadie me estuviese siguiendo, relajé mis músculos y comencé a caminar tranquilamente, sin ninguna presión. Me gustaba tomarme la vida de esa forma. Calma. Es una palabra tan bonita y, sin duda, a más de uno le haría falta leerse el significado de esta. No me imagino una vida sin calma, todo lo que vaya más allá de la locura no me representa, ni siquiera puedo llegar a imaginármelo. Me gustaba tomarme mi tiempo, respirar el poco aire fresco que queda y soltarlo poco a poco, sin prisas. Me gustaba caminar lentamente, disfrutar de la brisa acariciando mi cara y mi cabello, observando cada centímetro de mi alrededor. Me gustaba sentirme libre, sin nadie quién me diga lo que tengo que hacer. Me gustaba la calma. Y es que al final, mi filosofía de vida era aquella que todos creemos tener: Vive y deja vivir. Hakuna Matata.

Llegué a la playa, ni siquiera sabía cual de todas en Outer Banks era, pero era preciosa como todas las demás.
Muchísimas personas disfrutando del día, muchos eran familia, muchos otros eran amigos pasando el rato, muchos eran perros con sus dueños. Había surfistas. Surfistas que bailaban junto a la ola, se comprenetaban y juntos formaban uno, era difícil distinguir entre ambos, simplemente todo fluía.

Me senté en la arena, dejé la maleta a un lado y coloqué la guitarra entre mis pies. Lo que más disfrutaba en la vida era la música. Me hacía sentir completamente libre, era mi única forma de mostrarle al mundo mis verdaderos sentimientos y lo mejor es que, cantando o simplemente tocando cualquier instrumento, me sentía otra persona. Sentía que podía comerme el mundo si quisiera, sin embargo, padecía de un gran miedo escénico el cual nunca me permitió enseñarle mi talento a nadie, sólo a mi familia.
Es por ello que, tocar y cantar en la playa me hacía feliz, sentía todo aquello que me gustaba. Sentía la libertad del viento recorriendo cada milímetro de mi cuerpo, mientras el aire puro se colaba en mis pulmones, además, sentía la libertad de cantar sin que nadie me pestrase atención pues, cada uno estaba en su propio mundo.
La playa, la playa era el lugar perfecto.

Sinceramente, los últimos meses han sido una locura. Han pasado cinco meses desde que John B y Sarah desaparecieron, evidentemente, todos creen que murieron pero yo no estoy muy segura de ello. El punto es que, desde la desaparición de ambos, todo ha sido un completo caos, lo que es irónico pues cuando desaparecieron, todos creyeron que los problemas acabarían, la triste realidad es que resultó ser todo lo contrario. He de admitir que, es muy raro no ver a los pogues, porque sí, después de lo ocurrido no se han vuelto a juntar.
Por otra parte, hace unos meses asistí a una fiesta en la que había de todo, el caso es que, Williams, uno de los kooks más conocidos me ofreció algunas ilegalidades. Cito textualmente: "Geo, Geo. Toma un poquito de esto, te vas a relajar como nunca y yo sé que a ti eso te gusta nena". Y lo hice, inhalé toda la mierda que aquel porro llevaba y ¿adivinen qué? Esa basura me relajó tanto que probé otro y otro y así sucesivamente. La cosa no acaba ahí, me dieron a probar otras sustancias y ahí estaba yo, esnifando una raya de cocaína. Esa porquería me hacía viajar a otro mundo totalmente distinto, el mundo de la paz y  tranquilidad, mi puto mundo joder y, me gustaría decir que no me volví dependiente de las drogas. Pero lo hice.

Caminando por las rocas, el agua fría de una ola la cual había roto contra mi pie, me sacó de mis pensamientos pero al mirar hacia abajo, me quedé totalmente perpleja, como si hace un segundo alguien hubiese escuchado mis tan aburridos pensamientos. Una pequeña bandana azul, aquella tan característica de John B. Y entonces se me ocurrió una idea, una idea que me sacaba totalmente de mi zona de confort.

Una idea de la que me arrepentiría.

Una idea de la que me arrepentiría

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Lover of mine | Outer BanksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora