Debajo de la luz.

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Me imaginé volviendo.

Sí, volviendo a ese extraño lugar donde pasé tardes enteras contigo viendo por la ventana el sol dorado cubriendo esa sala pequeña, esas esquinas, ese mueble donde tú te sentabas, conmigo o sin mí, sólo a mirar por esa condenada ventana.

El sol te bañaba en sus rayos, tus ojos captaban los colores del cielo y tu memoria capturaba esas horas del sol cayendo lento, sin presión alguna. Tú nunca sentías presión alguna.

Te odiaba en silencio. Nunca sentías nada, sólo mirabas las puestas de sol como si nada más importara en el mundo. Me molestaba un poco estar allí, sentía una presión extraña en el pecho y ansiaba irme.

Un día, así sin más, me dijiste: "Eres una diosa bañándose en los rayos del sol, tu rostro brilla, tu cabello y tus ojos se vuelven más claros. Tu piel se ve más clara, todo en ti es diferente cuando el sol se está ocultando. ¿Qué me ocultas tú, pequeña diosa? Caminas entre mortales, observando, devoras todo a tu alrededor con tus grandes ojos, ¿devoras también con tus grandes labios, dulces e inmaculados, el resto del mundo?"

Ese día supe que mirabas el sol caer, esperando que yo cayera con él y te mostrara en totalidad quién soy. Me imaginé contándote mi verdad. Pero no existe ninguna verdad absoluta, nunca existió, y yo nunca volví a esa sala, ninguno de los dos lo hizo.

Una idea vaga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora