Prólogo

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El frió arreciaba, calaba en lo más profundo de esos débiles cuerpos que vibraban al son de los espasmos corporales que se producían a causa de la humedad ocacionada por los intrepidos copos de nieve que lograban colarse bajo sus finas capas de ropa.

La mujer con una determinación tan regía, como el agarre de acero que mantenía sobre su pequeño acompañante, caminaba tan rápido como se lo permitían los pesados yunques descalzos, con los que se arrastraba hacia un destino incierto.
Un río pegajoso y tibio manaba de su costado en su incesante desliz perezoso para continuar el sendero carmín que despedía el lento avance de esas desventuradas almas.
Ella ya no lo sentía, ni las navajas heladas que penetraban su piel maltrecha, ni el asfixiante dolor punzante de sus costillas. Ya ni siquiera la gentil manito de su acompañante podía ser percibida. Después de tanto luchar, después de tan grande prueba, esto era lo único que le quedaba, y ni así se le permitía aferrarse a ello.

La tortuosa marcha en la que se había internado no duraría para siempre, y, la una vez joven y hermosa Mulan, lo sabía perfectamente. Por ello cuando su cuerpo ya no pudo soportar la densa nebulosa instalada en su cabeza a causa de la sangre pérdida, ni los músculos adormecidos e insensibles por el frió, o los huesos que se retorcían hasta volverse añicos por el sobre esfuerzo, luego de tantos días de viaje, no le quedó de otra que rogar. Pedir a cualquier espíritu que la escuchara, que se apiadase de ese pequeño. Si éste era su castigo por toda la sangre que había derramado, ella lo aceptaría, pero no era justo que él compartiera su mismo destino.

Él a quien la maldad no había tocado, ni mentirá conocía sus labios, en quien su alma relucía tan pulcra e inmaculada como la primera vez que lo vio.

Oh! Pequeño, tú que aún no entiendes las prisas de tu madre, y que aún no comprendes la muerte de tu padre. Vive, mi pequeño príncipe, huye lejos, hacia un mañana mejor. Que las flores sean tu destino y su fragancia te guíe a la felicidad.

La suave blancura teñida de carmesí fue la tumba de esta fuera guerra. Allí, en los brazos del niño por el que lo sacrificó todo, recibió un baño de lágrimas y una tumba de hielo como única despedida.

Vive, continua, aún si no puedo ir contigo, sobrevive pequeño, sobrevive.

MulanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora