Un día especial

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Era un día especial. El día donde se celebraría una boda. Y no cualquier boda.

Senku normalmente no era fan de estos eventos, pero bueno, esta era su boda. La boda que todos llevaban mucho tiempo esperando.

Y Senku se colocó su mejor traje, sus mejores zapatos y hasta hizo un intento de peinarse, aunque eso no terminó muy bien.

Todo el mundo estaba emocionado, y apenas reunirse con sus amigos de inmediato voltearon a verlo y le dieron palmaditas de apoyo en la espalda, a lo que él los apartó con una mueca, pero aún así apreció ese gesto y se quedó por un momento con ellos antes de que le hicieran una seña para dirigirse al altar.

Finalmente era el tan esperado momento.

Los invitados se sentaron y la conversación reinó por unos minutos antes de que la suave música del piano comenzará a sonar en toda la carpa donde se celebraba el evento.

Y entonces ella entró al lugar, acompañada por su padre como dictaba la tradición de la era moderna, con un vestido blanco, flores rosas y una gran sonrisa.

Y Senku se quedó sin aliento, maravillado con la belleza de Kohaku, pero supo disimularlo y solo sonrió, observándola mientras se acercaba al altar a paso lento, más radiante que un cuásar y tan atrayente como un agujero negro súper masivo.

Cuando llegó al altar, Senku solo tuvo ojos para ella. Apenas escuchó las palabras del juez y antes de que se diera cuenta todo había finalizado y los labios de Kohaku se encontraron con los de su nuevo esposo.

Era una pena que ese hombre no fuera Senku.

Al ver a la pareja besarse, su sonrisa se deshizo por un momento. Por ese breve instante, toda la amargura, celos y envidia se mostró tan claramente en su rostro que si alguien lo hubiera visto tal vez habría creído que el confiado científico fue reemplazado por una especie de clon.

Y es que Senku jamás dijo nada.

Incluso sabiendo que Kohaku estaba enamorada de él, mantuvo la boca cerrada y se concentró en su ciencia y sus objetivos.

"Hablaré con ella cuando terminé. Cuando cumpla con todos mis deberes. Cuando tenga tiempo."

Se dijo ese tipo de mierdas diez billones de veces, por meses, por años, por toda una década.

Porque siempre había algo que hacer, y siempre le gusto involucrarse y ayudar, mejorar el mundo, regresar la civilización a su antigua gloria. Pero a veces se cansaba, a veces necesitaba un respiro. A veces solo quería tener un lugar a donde ir a parte del laboratorio, un lugar cálido donde descansar y divertirse. Y quería a alguien esperándolo allí. Y no cualquier persona.

Quería a Kohaku. La necesitaba en su vida.

Pero estaba tan ocupado... Tuvo tantas oportunidades y tantas veces se mantuvo en silencio, pensando que tenía cosas más importantes que hacer antes de permitirse disfrutar de su compañía de la forma que realmente deseaba.

¿Cómo podría culparla por no esperarlo? ¿Qué derecho tenía a reclamarle?

Mientras se daba diez billones de excusas para no estar con ella, uno de sus nuevos amigos se enamoró por completo de su sonrisa e hizo hasta lo imposible por enamorarla. Y él no se dio cuenta hasta que fue tarde, por estar tan metido en sus propios asuntos.

Y lo peor es que poco antes de eso él y Kohaku tuvieron una charla al respecto.

Ninguno dijo nada directamente, pero fue claro para él que ella quería saber si correspondía a sus sentimientos.

Y él no dijo nada.

En vez de pensar en los sentimientos de Kohaku, y en sus propios sentimientos, pensó en las inconveniencias que presentaría a su proyecto actual perder el tiempo en cuestiones amorosas.

Fue incapaz de rechazarla directamente, pero fue aún más incapaz de corresponderle. Solo le dijo cosas que probablemente solo la confundieron más. Pero no dijo lo suficiente para que ella eligiera esperarlo.

¿Por qué tendría que esperarlo? Después de tantos años, cualquiera se cansaría de alguien como él.

Sin embargo, Senku realmente no estaba esperando que encontraría a otra persona. No prestó atención y debajo de sus narices su amigo cercano se la quitó. Y la sorpresa le sentó como una bofetada y peor. Pero no dijo nada. No demostró nada.

A ojos de Kohaku y su nuevo esposo, él solo era un buen amigo de ambos. Porque él jamás demostró lo mucho que sentía por ella, ni el creciente odio culposo hacia él. Ni los celos ni la envidia, ni el enojo ni el dolor.

Jamás, jamás dijo nada.

Y tuvo que ser el testigo en su boda, contemplando de primera mano lo mucho que perdió. Tuvo que tragarse el nudo en su garganta y sonreír como si estuviera feliz por ellos. Debería estar feliz por ellos, pero no podía.

Era un hipócrita y mal amigo, lo sabia. Lo aceptaba. Pero ¿qué querían que hiciera? Perdió todas sus oportunidades, y estaba tan desgarrado que no sabía ni qué hacer consigo mismo. Solo le quedaba hacer lo que mejor sabia hacer.

Mantener la boca cerrada, concentrarse en su ciencia y jamás, jamás decir nada. 

Jamás, jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora