Prólogo

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Prólogo.

—Buenas tardes, ¿cuál es su nombre? —Preguntó aunque ya conocía la respuesta por el expediente que recién había elaborado su secretaria.
“Él sonreía; sus intensos ojos azules marcaban su rostro con absoluto deseo, manos fuertes le rodeaban la cintura pegándola a él.

—Sawyer Chadburn ¿y el suyo? —La picardía brillaba en su expresión, lo estaba tomando como un juego; por su parte respiró hondo antes de contestar.

«Nos estamos perdiendo la fiesta». Gimió ella, ya que la lengua juguetona de él estaba haciendo estragos en su cuello.

«Estamos en una mejor, en una privada. Tú y yo somos los anfitriones y los invitados». Subiendo lentamente las manos le acarició por encima del coqueto vestido de encaje rosa pastel, explorando cada curva de su cuerpo.
La mujer jadeó. «¡Nos van a escuchar!»

«Entonces muérdete los labios». Respondió con diversión, poseyó después su boca con sensualidad, el quejido que emitió fue acallado por la boca de él.

—Aspen Daft. —Debería saberlo, lo decía bien grande en la puerta de la entrada.

—Hermoso nombre. ¿Se lo han dicho antes?

«Maldición. Eres jodidamente caliente». Levantó la falda de su vestido para poder alcanzar sus muslos desnudos, subiendo lentamente como si tuviesen todo el tiempo del mundo, sonriendo ante la evidente urgencia de su acompañante. Separando sus bocas, se presionó firmemente contra el vientre de la mujer que siseó extasiada al sentirlo.

Ella ignoró ese comentario. —Entonces, ¿qué lo trae a consulta, señor Chadburn?

«Aunque si tienes mucho miedo a que nos descubran y quieres detenerte...» Se burló todavía acariciándola.

«Si te detienes ahora, te mato». Respondió.

«Entonces, preciosa, ¿se siente bien?».
Que ella echara la cabeza hacia atrás mordiéndose el labio inferior y empujara sus caderas hacia él, fue una respuesta bastante contundente.

Cuando se alejó un poco, la mujer no pudo evitar gemir decepcionada, dos segundos después, él estuvo de vuelta contra su cuerpo, siendo más audaz, más frenético, más atrevido. 

Instándolo a seguir, le acarició ella también como pudo; sus hombros, pecho y brazos todavía cubiertos por su traje oscuro.

Él continuaba impartiendo caricias a su dispuesta feminidad.

—Es vergonzoso, se reirá cuando lo escuche. —Respondió él, tuvo la decencia de sonrojarse. Mientras que ella gritaba en su mente por qué no se levantaba y huía de allí.

—No estoy aquí para reírme de los problemas de nadie, se lo aseguro. —Ya los míos son de chiste, pensó amargamente.

« ¿Estás preparada, cariño?». La mujer asintió con vehemencia.

Con una lentitud casi tortuosa pero muy burlona el hombre desabrochó sus pantalones de vestir dejando a plena vista su virilidad. Desgarrando el envoltorio de un condón con sus dientes, procedió a colocárselo, entonces, cuando ella se sentía lista para gritarle que se diera prisa, él se adentró en ella con firmeza.

A ambos se les cortó el aliento por la exquisita sensación, ella por su parte levantó la pierna izquierda rodeando la cintura del hombre para que tuviera un mejor acceso, agradeció entonces todos los años de yoga por su flexibilidad, estuvo a punto de reírse de su propio pensamiento, pero él empezó a moverse, y a moverse de verdad.

Joder, joder, joder.

Sus embestidas eran decididas, salvajes y demandantes, además sus manos parecían estar en todas partes, ella no se quedó atrás tampoco, respondió apasionadamente. Sonidos incoherentes eran lo único que podían emitir ya que sus sentidos estaban siendo sometidos por el acto carnal mientras que sus bocas colisionaban para intentar fundirse.

—Decidí venir porque mi familia y amigos han insistido en que tengo un grave problema. —Acomodó por acto reflejo su reloj, viendo de reojo a la tercera persona en la habitación, allí pudo notar que se sentía incómodo.

— ¿Qué es…?

—Han opinado en demasía que tengo una fuerte adicción al sexo…

«Te sientes muy bien». Embistió con más fuerza disfrutando la unión, sus movimientos eran cada vez más erráticos.

—… y con mujeres ligeramente mayores que yo. —Finalizó mirándola fijamente.

Mierda. — ¿Cuántos años tiene?

El ritmo se volvió descontrolado y desenfrenado, tan fuerte, tan desesperado que no pasó mucho hasta que estallaron en un poderoso orgasmo que los dejó exhaustos.”

—Veinticinco.

«Hijo de puta». Pensó haciendo acopio de todo su autocontrol para no matarlo allí mismo.

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Editado.

Mayor que él ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora