tres

502 50 9
                                    

JIHOON

Me tomé un momento para revisar la hora en mi móvil y automáticamente luego de hacerlo, aceleré mis pasos por los pasillos. No poseía mucho tiempo para un almuerzo tranquilo y todo por haberme quedado esperando a Wonwoo. 

En medio de mi apresurada caminata, la puerta de una de las aulas se abrió violentamente y la reacción más lógica que tuve fue sorprenderme ante aquello. Toda mi atención se concentró en ese mismo lugar y entonces mis ojos se toparon con alguien que ya conocían.

La hermana de Seokmin. 

La chica de las cartas.

YUNSEO

La vida me odia hoy.

Mi cuerpo se tensó ¿Por qué había tenido que montar tal espectáculo con una puerta? Pensé que no había nadie allí pero nuevamente me encontré con Jihoon, a apróximadamente unos ocho pasos de mí y mirándome fijamente. 

Mis dos mejillas se encendieron ante su mirada y volví a hablarme a mí misma. 

Esto es malo, muy malo.

Continuando con todo mi drama teatral que, lo lamento, no podía evitar, entré rápidamente al aula en busca de algún lugar para esconderme debido al pánico que me entró en esos instantes. 

Obviamente fallé. Aquella aula no poseía más que el escritorio del profesor para realizar tal acción y hacerlo no me generaría más que un poco de tiempo extra.

Al final terminé sentada en mi pupitre sintiéndome derrotada y con unas insoportables ganas de largarme a llorar de la vergüenza. 

Antes de que la primera lágrima tuviera la oportunidad de recorrer mi rostro, unos golpes en la puerta se hicieron escuchar.

—¿Puedo? —el tono de voz de Jihoon se escuchaba sumamente sereno. Me quedé muda y segundos más tarde, la puerta se deslizó.

Nuestras miradas volvieron a encontrarse. Un par de pupitres nos separaban y él me observaba desde el marco de la puerta. 

Incluso en esa situación, mis ojos no pudieron ignorar lo lindo que se veía bajo la luz natural que entraba por los grandes ventanales. 

Claro que para mí, siempre lucía lindo. 

Debido a mi estado de ánimo lleno de pánico, fui incapaz de mirarlo por más tiempo. Él no dejó pasar mucho más tampoco y se acercó hasta donde estaba yo, sentándose en el lugar de Eunji. 

Todo esto ¿Es real?

No te rías de mí, por favor. 

—Tus cartas son preciosas. —rápidamente alcé mi mirada, olvidando que nos encontrábamos tan cerca. No podía creer lo que sus labios habían dicho—..¿Te gusta mucho la poesía?

A veces, en algunas de las cartas, dejaba poemas que me recordaban a él y, otras veces, poemas que escribía inspirándome en su persona.

Dejó mostrar una pequeña sonrisa luego de hacerme aquella pregunta y apartó su vista de mi ser. Me sentí sólo un poco más cómoda ante aquella acción.

—No iba a acercarme a ti...no iba a hacerlo hoy. —ahora fijó su mirada en las patas metálicas de una silla que estaba justo enfrente suyo— Pensaba hacer como si nada para darte tranquilidad pero dada a tu reacción, me nació decirte esto. 

—Pero no tengo chance ¿Verdad? —eso simplemente se deslizó por mi boca. Que me hubiese dicho que mis cartas eran preciosas me había derretido completamente el corazón pero la realidad era otra. Estaba segura que no podría ser su novia. 

Sus ojos nuevamente viajaron a mi ser y con timidez pero con una pizca de valentía, le mantuve la mirada. 

—Es que...soy muy alta. —una risa se escapó de su boca y observé como sus ojos se achicaron por unos segundos. 

Antes de que él pudiera contestarme, volví a hablar.

—Oí que no quieres tener una novia más alta que tú. 

La sonrisa se borró de su rostro y se levantó de la silla. Creí que iba a irse pero simplemente se quedó parado y me hizo una seña para que lo hiciera yo también.

Tímida y encorvada, me puse de pie y, aún parada de esa manera, seguía siendo más alta que él. Instantes más tarde, me obligué a pararme mejor y noté que el final de su cabeza se alineaba con mis dos ojos.

—Hay que admitir que tú tienes tu altura y yo tengo la mía. —comentó él y tomó la pequeña bolsa que supuse que sería su almuerzo— Pero tú, definitivamente tienes oportunidad conmigo. —su vista viajó hacia el suelo— No podría rechazarte después de todo lo que me has escrito. 

—¡No tienes que sentirte presionado! N-no quiero eso. —solté de repente y extendí un poco mis dos brazos hacia él, con mis dos palmas apuntándole.

—No lo estoy. —contestó tranquilamente— Para nada, de hecho...—el timbre que indicaba el final del receso para almorzar nos interrumpió.

En cuestión de segundos el aula se llenaría de estudiantes.

Lo que hizo antes de marcharse me dejó casi sin aire y sino hubiese sido porque no tenía la silla justo detrás de mi trasero, habría caído sentada encima de ella. 

—Deberíamos salir algún día. —vi como sacó un papel de uno de los bolsillos de la chaqueta de su uniforme para luego comenzar a escribir sobre el mismo— Mi número...—estaba tan absorta en él que percibí que también le dio algo de vergüenza hacer todo eso— esperaré tu mensaje. 

Él despareció.

Y treinta segundos después el aula recibió más presentes.

Finalmente, tomé asiento en la silla.

Seguía sin poder creer todo lo sucedido.

seven centimeters ‹ wooziDonde viven las historias. Descúbrelo ahora