¿Quieres esto?

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Narra Raoul
Acaricio mis huevos con suavidad mientras muevo mi mano derecha de arriba a abajo, soltando jadeos y apretando las nalgas con tal de tener más placer. Mi imaginación da para mucho. Me imagino a una tía encima de mí, moviéndose de arriba a abajo sin parar de gemir mi nombre. Mis pensamientos se congelan -al igual que mi cuerpo- al escuchar la llave entrar en el cerrojo de la puerta. Como puedo, me meto dentro de la cama, boca abajo, para poder disimular aquella gran erección que había conseguido en cuestión de segundos.

—Hola, rubito. — Veo a Agoney entrar, dejando su mochila al lado de su escritorio. — ¿Qué tal? — Me mira sonriendo.
—Bien, bien. —Me echo el tupé hacia atrás, del calentón había empezado a sudar, y el pelo siempre me delataba.
—¿Listo para ir a comer por ahí? Si quieres vamos al Burger de siempre.

***

—Pues claro que me apunto a la hermandad, canario, con tal de que ligues lo que necesites. — Suelto una pequeña risa mientras ando con él hacia la habitación.

Agoney se había convertido en un hermano para mí, ambos nos cuidamos cuando lo necesitamos y siempre estamos ahí para el otro.

—Oye, Raoul, yo ahora iré a dar una vuelta con un chico de clase, tenemos que hacer un trabajo.
—¡Perfecto! — Si soy sincero, solo puedo pensar en la paja que he dejado a medias. — Nos vemos esta noche, entonces.

Narra Cepeda
Echaba de menos estar en la habitación con Ricky y que se echara la siesta después de comer. Durante el verano casi nunca escuchaba sus ronquidos, alguna que otra noche, pero cuando estamos en pleno curso siempre se echa la siesta. Oigo cómo llaman a la puerta, así que me levanto para poder ir a abrirla. Cuando lo hago, veo a un chico un poco más bajo que yo, muy guapo -para qué mentir- y que aparentaba estar muy nervioso.

—Hey, hola, ¿quién eres? — le miro sonriendo, tratando de hacerle sentir cómodo.
—Eh... — Levanta la mirada rascándose la nuca. — ¿Este no es el cuarto de Ricky?
—Sí, lo es, pero está durmiendo. ¿Eres uno de sus ligues? Si hace falta le despierto.
—¿Q-qué? No, no. Yo... Nada.

Le miro sonriendo de lado. El chico puede ser perfectamente uno de los que cae en los encantos de mi amigo, y es que en realidad, a cualquier chico al que le gusten los hombres lo sería.

—¿Seguro? Si necesitas algo se lo puedo decir cuando despierte.
—No... Da igual. Seguro que no se acuerda de mí... — Susurra, volviendo a estar cabizbajo.
—Bueno... Alegra esa carita. — Pongo mi mano derecha en su barbilla para que me mire. — Si quieres disfrutar, sé de alguien que está dispuesto a hacerte de todo.
—¿Enserio...? Quiero decir, no... No hace falta, de verdad...

Salgo de la habitación, cerrando la puerta, y me llevo al chico a uno de los baños de la residencia. Una vez dentro,  le pongo contra la pared, pegando su espalda a esta.

—No sé qué tienes... Que me dan ganas de follarte. — Acerco mis labios a su cuello para empezar a besar este, escuchando como empieza a jadear.
—¿Q-qué? Yo... No sé ni quién eres...
—¿Y? ¿Quieres esto? — Agarro su mano con tal de ponerla en mi paquete, dejando un mordisco en su cuello. — No soy gay, pero tengo unas ganas tremendas de meterla en algún sitio.

El chico empieza a manosear mi entrepierna por fuera de mis tejanos como respuesta a mi pregunta, lo que empieza a causar una erección en la zona. Mis manos pasean lentamente por su espalda, mientras que subo mis besos de su cuello a su mentón. Él, sin dejar de jadear, desabrocha mi cinturón y el botón de mis pantalones, dejándome claro que no tardará mucho en pasar a la acción. Subo del todo los besos hasta llegar a sus carnosos labios, los cuales empiezo a besar ferozmente mientras siento cómo hace presión en mi entrepierna, bajando yo mis manos hasta sus nalgas, dejando apretones en estas. Cuando consigue que me ponga duro del todo, quito sus manos de ahí, con tal de bajarme la bragueta y sacar mi miembro de una vez por todas.

LA FRATERNIDAD || OT GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora