¿Y qué si...?

Antes del nueve, está el ocho; antes del ocho, está el siete; antes del siete, está el seis, y seguirá bajando hasta llegar al cero.

Siguiendo la misma lógica, antes de Shen Jiu, estaba Yue Qi; pero antes de Yue Qi, solía haber otros niños y niñas.

Todos ellos compartieron uno de dos destinos: o murieron de hambre y enfermedad, o fueron vendidos como los esclavos que eran, para el uso que su comprador quisiera darle.

Shen Jiu solía dividir ambos grupos como afortunados y desafortunados, siendo los muertos los afortunados y los vendidos los desafortunados.

Un día, Yue Qi le preguntó por qué esa división, ¿no era morir mucho peor que ser vendido?

—Al menos los que mueren descansan, a los que venden les toca sufrir igual o peor con otras personas— dijo Shen Jiu mirando a Yue Qi como si fuera idiota por no saberlo.

—No necesariamente— le respondió Yue Qi como el tonto optimista que era—. No todos en el mundo son malos, podrías ser vendido a una familia amable.

Shen Jiu puso los ojos en blanco, pero decidió que lo dejaría vivir en su mentira y no lo corrigió. Podría ser menor en edad, pero entendía el mundo y la gente mejor de lo que Yue Qi lo hacía.

Las personas amables son escasas, la prueba era la cantidad de transeúntes que preferían fingir que no los veían al pedir limosna en lugar de regalarles al menos una moneda por más poco que sea.

Aunque no se lo dijo, Shen Jiu tenía claro que, entre morir y ser vendido, mil veces prefería la muerte.

Entonces... ¿y qué si Shen Jiu hubiese sido vendido antes de que su vida se atravesara con la de Qiu Jianluo?

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Así fue el asunto: en una línea de tiempo alternativa, Shen Jiu fue (des) afortunado y fue ordenado por los esclavistas a salir a reunir algo de dinero mendigando en las calles. Yue Qi pidió ir con él, pero se le negó el permiso porque ya era demasiado viejo para actuar como un mendigo lamentable.

Cuando Shen Jiu regresó esa noche, se enteró por los labios de su Qi Ge que un hombre viejo había llegado y compró a su Si Jie, probablemente para satisfacer sus asquerosas perversiones.

Shen Jiu sólo pudo sentir impotencia y tristeza por su cuarta hermana, de la que ni siquiera pudo despedirse; maldiciendo su destino y extrañando sus brazos que lo acunaban y lo hacían sentir protegido por las noches.

Pero eso fue en otro universo, en este, una elección diferente cambió por completo la dirección de los engranajes del futuro.

—Tú— un hombre, uno de los traficantes de esclavos, señaló a Yue Qi—, ve a monitorear a los otros.

Yue Qi y Shen Jiu detuvieron su plática silenciosa. Shen Jiu frunció el ceño, pero Yue Qi bajo la cabeza y asintió a la orden. Se puso de pie y Shen Jiu con él, pero cuando estaban pasando junto al hombre este pateó a Shen Jiu de vuelta a la celda.

—¡Quién te dijo que podías salir, ¿eh?!

El rostro de Yue Qi se volvió pálido, entró de nuevo para socorrer a Shen Jiu, pero fue empujado por él antes de tocarlo.

Shen Jiu tenía un cuerpo levemente desnutrido y un físico no tan fuerte por su edad joven, pero eso no le impedía tener la ferocidad y fortaleza de alguien más grande.

—Puedo ir a pedir limosna— intentó negociar, cualquier cosa por quedarse a cerca de su Qi Ge y al mismo tiempo lejos de esa prisión.

—Ya hay tantos a fuera pidiendo limosna, no necesitamos otro hoy— le responde.