Capítulo 4 Música

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El residencial era un edificio a parte del docente. Ambos estaban unidos por dos largos pasillos que se comunicaban en el centro por una antigua fuente. Tenía el mismo aspecto antiguo y unos cuatros pisos en cuyos pasillos se observaban una serie de puertas color marrón que daban acceso a los dormitorios.

Fui guiada hasta la habitación número 13.

Genial tenía que ser el trece.

No pintaba bien para ser mi primer día dormir en el número 13. No había visto la película porque odio las películas de terror. Tampoco era supersticiosa, en general no creía en nada más allá del universo y la Ley de Atracción, pero ya eran demasiados comentarios acerca del número de la mala suerte.

Entré y encontré a dos chicas organizando lo que supuse eran sus maletas en los armarios correspondientes.

Al percatarse de mi presencia ambas detuvieron su quehacer y me observaron. Una de ellas era de estatura baja y delgada, piel clara y cabello castaño con rizos. Parecía una princesita con sus facciones finas y sus labios poco carnosos y pequeños. Todo en ella parecía trabajado a mano. Era muy bonita.

La otra por el contrario era un poco más alta, pero todavía más baja que yo. Su cuerpo era voluptuoso, su cabello lacio y rojizo alcanzaba sus caderas. Era todo lo opuesto a la castaña, su mirada era noble y hasta podría decir con mis pocos conocimientos de psicología que era una persona de baja autoestima, pues no parecía ser consciente de lo hermosa que era.

Fui yo quien rompió el hielo.

-Hola, me llamo Dash. Soy la nueva. - Hice un ademán a modo de saludo.

-Hola Dash- saludó la más pequeña- yo soy Rosé, ella es Beth- dijo refiriéndose a la pelirroja.

-Mucho gusto- saludó esta vez Beth en voz baja.- ya nos hacía falta un número tres.- expresó en una tímida sonrisa.

-¿Un número tres? - dije un tanto desconcertada por el comentario

-Sí, tú serás nuestro número tres.- afirmó Rosé- a lo que se refiere Beth, es que serás nuestra amiga y seremos algo así como un trio dinámico. - dijo esta vez emocionada y con una cómplice risita.

Ya entendía a lo que se refería. Pero o sea, qué onda con estas chicas si ni siquiera me conocían.

-Yo encantada, pero ustedes no me conocen. Además... ¿no tienen otra compañera de cuarto?

-¿Becca?... por favor, esa arpía ni amigos puede tener con su novio chocolate mandón.- espetó la pequeña- en fin Dash, no estamos locas. Algo me dice que tú te llevarás muy bien con nosotras. No tenemos que parecernos ni tener los mismos gustos para eso.- me guiñó un ojo y siguió organizando sus cosas.

-Esa es tu cama.- señaló Beth. Tu armario es el del lado derecho. Sé buena y acepta mi consejo, no cruces la línea de Becca, no te acerques a sus cosas y si puedes evitar hablarle mucho mejor.

¿Por qué? - ahora tenía curiosidad.

Ambas muchachas compartieron una cómplice mirada y se excusaron con que debían terminar de ordenar y yo debía hacer lo mismo. Había gato encerrado, pero no me detendría a seguir indagando. Finalmente creí que terminaría por enterarme de todo durante mi estadía en esta escuela. Ahora debía de ocuparme de mis propios asuntos y no hacer de detective al estilo Samu o Sofía.

¿Sí vieron Élite y Control Z verdad?

Cuando terminamos Rosé y Beth se ofrecieron a darme un recorrido por las instalaciones del colegio.

Me sorprendí al descubrir que los baños de la residencia eran mixtos, aunque la castaña me aseguró que hasta ahora los chicos nunca se habían sobrepasado con las chicas más allá de algunos comentarios poco decentes.

En fin eran chicos, ¿qué esperaban?

Recorrimos las aulas y el teatro. Todo en aquel lugar expresaba elegancia y un cálido ambiente muy reconfortante.

Al visitar la biblioteca fue como entrar en un universo paralelo. Era una habitación se puede que decir que gigante, donde los libros cobraban el protagonismo. Autores como Shakespeare, Hardy, Bronte, Kafka y Austen flotaban en los desgatados lomos visibles de aquellos amigos de páginas repletas de historias para contar. Definitivamente iba a pasar muchas horas en este pequeño pedazo de mundo.

El gimnasio resultó ser un lugar que desentonaba por su moderno estilo y todo tipo de aparatos para ejercitarse.

-Aquí puedes venir cada vez que quieras, siempre que no tengas clases y el entrenador no mande al equipo de baloncesto a sudar un poco. Créeme no querrás que eso chicos te acaparen. La biblioteca esta abiertas las 24 horas, puedes dormir leyendo si asi lo deseas- bromeó - La sala de computación solo hasta las 10:00 pm, el teatro solo se utiliza para reuniones de año y obras, obviamente, de teatro montadas por la profesora Williams y el salón de musi...

-Espera hay un salón de música- interrumpí el discurso de la pelirroja en un casi grito de emoción.

-Sí, y está equipado con toda clase de instrumentos, gracias a las donaciones de los padres más adinerados de la escuela. - aclaró Rosé con suficiencia. -¿Tienes intereses musicales?

-En realidad, la música es mi vida. Amo cada letra y nota musical. Desde los clásicos de Beethoven y Mozart hasta la más ruidosa electrónica. Mis gustos son muy variados. Recién he aprendido a tocar la guitarra y me gustaría tomar clases de piano.

-En ese caso, puedes tomar cursos extras ofrecidos por estudiantes de años superiores o profesores de arte. Algunos lo hacen como pasatiempo y en mi opinión son bastante buenos.- dijo esta vez la castaña.

-De acuerdo, lo tendré en cuenta. Muchas gracias.

-Que agradeces tonta.
Continuemos. Nuestra escuela construida en el siglo XVIII por...

Pues sí, Rosé tenía que saber la historia de la escuela. Hice como que prestaba atención, pero en realidad no tenía mucho interés en saber qué clase de roca se utilizó para construir el internado, ni si fueron los reyes de la Patagonia quienes se dieron tal tarea.

Espera, ¿hubo reyes en la Patagonia? Había que ver qué cosas pensaba.

Al pasar por una puerta que conectaba al salón de música y lo supe por el pequeño cartel con letra musicales que le colgaba y además la clara inscripción de ''Salón de Música'', escuché una lenta melodía de cuerdas proveniente del interior. Aquel triste ritmo despertó mi curiosidad por la persona que sin conocer en lo absoluto, era capaz de expresar tanto sentimiento en unas pocas notas. Se podía adivinar que quien fuera que tocaba el instrumento, el cual reconocí como un violín, se encontraba pasando por un momento difícil o por lo menos se sentía algo solo. Me encontré un poco identificada con aquel ser humano y alejándome de mis nuevas amigas, con las que me excusé con ir al baño, entré silenciosamente a la sala.

Era un espacio gigantesco, con pianos, guitarras, violines, flautas y hasta un batería en el fondo. Las paredes eran blancas y lucían lo que simulaban partituras a todo lo largo que ondeaban sobre las mismas como olas en el mar. Todo era armonía en aquella habitación. Pero lo que más resaltaba en aquel paraíso musical era el cuerpo parado en el centro de espalda hacia mí. Sostenía un violín en sus brazos del que se desprendía un vaivén de notas musicales. Aquel chico me resultaba familiar pero no podía ver su rostro sin delatar mi presencia. Temía que si me descubría terminaría aquella obra de arte que salía de sus dedos y aun quería seguir disfrutando de aquel espectáculo.

Vestía el usual uniforme, sin la chaqueta y la camisa remangada. Su altura debía rozar el metro noventa. Su ancha espalda algo encorvada dejaba ver por encima del cuello de su camisa un trapecio bien trabajado por lo que deduje que todo su cuerpo visitaba a menudo el gimnasio. Su complexión era delgada y el asomo de un tatuaje por debajo de su manga izquierda me dejó deseando conocer el significado del trazado de tal dibujo sobre su piel cremosa.

Fue entonces que me percaté que la música había cesado y través de la pared, la cual hasta ahora reparaba era un espejo, me observaban unos ojos con una profunda y melancólica mirada. Esos mismos ojos cafés que horas antes, había conocido en un autobús.

Los finales son solo finalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora