El castigo de Jin Ling

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- ¿Cómo que Jin Ling está detenido?!

El coche de Jiang Cheng casi atropelló a una pobre ardilla que recién había bajado a la carretera desde un árbol del parque para probar fortuna buscando nueces en los árboles de la siguiente calle.

La ardilla alcanzó a ver las llantas y toda su corta vida pasó frente a sus ojos, como una película: su nacimiento, su primer árbol trepado, su primer hijo (de cinco)... Nunca esperó casi morir debido a un conductor amargado que se desestabilizó por recibir una mala noticia.

Jiang Cheng frenó a tiempo y se detuvo en la orilla de la carretera. Gracias al cielo, no venían más coches detrás de sí. Si no, además de dejar huérfanas a cinco ardillitas bebés, habría causado una carambola muy fuerte.

La ardilla huyó como si un demonio lo persiguiera. Aunque no era algo irreal, detrás de ella Jiang Cheng estaba hecho un demonio.

Jiang Cheng recargó su espalda en el asiento y cerró los ojos, contando mentalmente hasta 10. Contaría hasta 100, si tuviera más paciencia.

- ¿Qué fue ese ruido? -preguntó la voz preocupada de Jin GuangYao, a través del teléfono que estaba conectado a los controles del coche.

-Nada. -respondió Jiang Cheng sin abrir los ojos. - ¿Estás seguro de que Jin Ling...? Espera, ¿por qué te llamó a ti y no a mí, si tú ni si quiera vives con nosotros?

Jin GuangYao respondió con calma:

-A-Ling tuvo una riña con sus compañeros al salir del colegio y fue llevado a la estación de policía. Esperaba que yo pudiera hacer una llamada para sacarlo, pero uno de sus tutores tiene que firmar su salida y me temo no tener el súper poder de estar en dos lugares al mismo tiempo, como para atender la llegada de Lan XiChen e ir por A-Ling a la vez.

Jiang Cheng bufó.

Claro, Jin Ling preferiría mil veces que su tío Jin GuangYao, alias «el siempre amable» solucionara sus problemas, antes de recurrir a su tío Jiang Cheng alias «Azotes locos» disciplinarios.

-Ya casi es mi hora de ir a recoger al hermano Lan en el aeropuerto - comentó Jin GuangYao con tranquilidad.

-Bien, no te quito más el tiempo.

- ¿Jiang-xiong?

-¿Qué?

-No seas tan duro con él.

Silencio.

-Gracias por avisarme. Jin Ling te llamará mañana.

La llamada se cortó y Jiang Cheng arrancó el auto en dirección a la estación de policía.

No había sido ni si quiera un buen día como para que ahora tuviera que ir a arreglar las tonterías de su sobrino.

Nadamás levantarse había discutido con su actual pareja, Nie Huaisang. ¿Por qué? Ya ni recordaba. Así que se fue a trabajar sin desayunar si quiera.

Ni hablar del trabajo, donde todo se resumía a: esto es una mierda. Intentar salvar de la quiebra a la vieja empresa de su familia era tan desesperante como educar a Jin Ling.

La ventana de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora