Ahora es cuando entiendo lo que quería decirme con "El amor es difícil, lo sé" . Miro a mi alrededor y me encuentro que volvemos a estar en aquella fría sala en la que tantos momentos hemos vivido juntos: paredes de un tono azulado blanquecino, casi que transmite el frío con sólo verla, camilla de mantas blancas puras, una cortina que hace un intento de otorgar privacidad al paciente... ¿Y lo más destacado del cuarto? Ese balón de fútbol un tanto viejo, ese que te regalé, porque el fútbol nos unía a nuestra manera. Pero nunca pensé que eso sería lo que nos iba a separar.
Tras ese breve vistazo, volví la vista a donde estaba recostado el amor de mi vida, de eso estaba seguro. Si te fijabas bien, podías ver el subir y bajar de su pecho lentamente, con ritmo muy muy calmado, tan pacífico, tan casi... inerte. Frágil, sentía que podía romperlo con un movimiento un poco más brusco de lo normal. Con sumo cuidado, acerqué una mano a su rostro, para acariciarlo con todo el cariño del mundo, intentando no moverle la mascarilla que tenía que llevar para ayudarle a respirar. Bajé la mano, esquivando todos los cables que había en el camino hasta la suya, hasta que al fin lo logré, y pude entrelazar nuestros dedos, aunque los suyos no correspondían el agarre.
—Tai... —Susurré mientras una lágrima que anunciaba un fuerte llanto, se resbalaba por mi mejilla. Mis ojos se iban humedeciendo lentamente.
¿Alguna vez has sentido una puñalada en el corazón? Y no por culpa de esa persona que amabas, el responsable era el cruel destino que parecía divertirse usándonos de marionetas. Cuando yo por fin tenía luz verde para abandonar esta "cárcel", estas cuatro paredes, todas tus luces estaban rojas. Solía verte en lo alto, porque tu sonrisa era la alegría de mis días, la felicidad que hacía latir a mi corazón como un joven enamorado, que en el fondo, es lo que era y hasta que no te he visto aquí, no pude darme cuenta. Ahora estás abajo, no irradias tu luz, el día ya está oscuro. Y como si fuese ironía del cielo, comenzó a llover, como un mal presagio.
Lo único que podía hacer ahora, era ver esos momentos pasar por mi cabeza, esos en los que estábamos juntos... En los que estábamos tan bien...
***
—¡Yuu!— Por ahí entraba esa animada vocecilla del niño de la habitación de al lado, posiblemente seguido de la enfermera pelivioleta.
Efectivamente, el feliz chico venía correteando con su balón de fútbol en la mano, y la joven detrás persiguiéndolo.
—¡Yuu, socorro, me viene a reñir de nuevo!—Con una sonrisa se subía a mi camilla, buscando apoyo entre mis brazos, y como de costumbre, lo abracé.
—Deberías hacer caso a los médicos, Taiyou. Es por tu bien. —Mi calmada sonrisa siempre estaba ahí para él.
—Pero... ¡quiero jugar al fútbol! —Ante eso, le revolví el pelo. Pero ahí llegaba su peor pesadilla, esa mujer que era la cuidadora de Tai y de muchos otros, como yo.
—AMEMIYA TAIYOU.
—Wah... Yuuichi, ayuda.
Fuyuka Kudo, la temible enfermera según el chico, vino y se nos acercó de brazos cruzados.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no puedes escaparte para ir a jugar? ¿Y si empeoras qué?
—¡Pero estoy bien! —Dijo el pelirrojo haciendo algo de berrinche. —Me quedaré con Yuuichi un poco, porfi, porfi, porfi, porfi.
—Bueno... Pero no juegues más, ¿eh? Yuuichi, cuídalo. Vuelvo en un rato. —Se despidió con una sonrisa, en el fondo era una chica muy dulce, y se veía que nos apreciaba.
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;; 【️Blue.】️ ☽️ || Inazuma Eleven GO.
Fanfiction¿Quién iba a pensar que un lugar tan frío como el hospital iba a ser tan cálido para Yuuichi Tsurugi? Esto se debía a la presencia de Amemiya Taiyou. Pero hay algo desconocido que parecía burlarse de ambos, maldito destino. Igual que el clima meteor...