ÚNICO CAPÍTULO

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Eran soldados bajo el mandato de la gran hechicera Shadow Weaver y habían hecho juramento de proteger a la princesa Scorpia de Lord Hordak, un rebelde que quería hacerse con las ciudades protegidas de las princesas.

La hechicera había adoptado a Adora del salón de huérfanos de la ciudad escarlata, era como una verdadera hija bajo su protección, le dio un hogar, comida y un buen oficio como capitán de la fuerza escarlata.
Catra tenía que vivir sabiendo que nadie la quizo más que aquella pequeña rubia, Shadow Weaver se lo repitía una y otra vez como Adora la había rescatado de la miserable y hedionda caja en la que fue abandonada.

Se refería a ella como una mascota, más que a una persona.

Los primeros años realmente pensó que la hechicera era una figura materna, pero con los maltratos le dejaba en claro que sólo la veía como eso; un animal.

Envidiaba a la rubia no por sus logros, si no por el amor que una madre le da a sus hijos. Tenía que vivir soportando escuchar que era la mascota de la gran she-ra, la mítica princesa del poder que salvaría a Etheria de la maldad de Hordak, la mujer que podía resistir cañones potentes, que poseía súper fuerza y una gran habilidad en combate.
A su edad de veinte años comenzaba a no soportarlo, trataba de no ser obvia junto a Adora demostrándole que seguía siendo la mejor amiga que pueda tener, agradeciéndole de que la haya dejado quedar junto a ella para no morir de hambre en aquella asquerosa caja de cartón.

Las batallas libradas habían dejado muchas bajas en el ejército de Hordak lo que hizo que Luna Brillante y Ciudad Escarlata estuvieran un buen tiempo en paz, disfrutando de las festividades anuales.

Catra ayudaba a Adora con algunas cosas en el mercado, al parecer la rubia quería proponerse algo.
A sus veintidos años parecía que sus dos neuronas estaban de acuerdo en algo, salir de los cuarteles y buscar su propia casa, con eso de la elección de pareja debía darle lo mejor, además de que era tradición vivir juntos. Y la que estaba más que contenta con la idea de nietos alienígenas con súper fuerza y talento nato en combate era Shadow Weaver.

— Sólo elige una. —Se quejó la felina con notoria desesperación en su rostro.

— Quiero que sea especial, Catra. —Respondió la rubia. Había tantas joyas, broches bañados de oro con hermosas piedras incrustradas, brazaletes e incluso piedras sueltas. —No sé quien va a ser mi pareja, pero supongo que el broche de oro está bien.

El joyero asintió comenzando a sacarlo.

Catra bufó, su mirada se encontraba puesta en los grandes árboles que se alzaban a la lejanía. Salir con Adora a ese tipo de compras le ayudaba a analizar la situación, un año y medio examinando el terreno de la ciudad e investigando aquel lugar al que Shadow Weaver le tenía tanto miedo. El bosque susurrante. Historias señalaban que, quien entrara a esos terrenos, no volvían a salir jamás.
Era un buen escondite entonces, no le interesaba en absoluto lo que podría devorarla ahí dentro con tal de estar lejos de todos.

— Es muy lindo.

— Sí, demasiado. —Volteó al instante observando el broche. — Bueno, se hace tarde.

— ¿No quieres dar un paseo? Tenemos tiempo antes de volver a los cuárteles.

— Estoy cansada. —Murmuró. —Los entrenamientos de la mañana me dejaron con la espalda adolorida, dígamos que Rogelio se encontraba un poco de mal humor.

Adora se limitó a caminar junto a la felina de vuelta al palació carmesí.
Los cuarteles era un área grande para los soldados que no tenían hogar durante la paz que se alzaba en Etheria por el momento para Catra era su hogar.

SIEMPRE HE SIDO TUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora