El último día de tu fin de semana se suele reserva para holgazanear o para tu descanso luego de una semana de arduo trabajo.
En casa, padre solía reservarlo para la "familia", no teníamos permitido hacer planes hasta pasadas las 3 de la tarde, lo que remitía nuestra actividad a ser nocturna. Escucharlo hablar del trabajo, economía y como los hijos de sus amigos estaban cada vez más cerca de suplantarlos, solía ser agotador. Era tan obvio que le entristecía el hecho de solo tener "hijas".
Irónicamente, empezaba a extrañar esos domingos.
Ya que, muy por el contrario, mi domingo no iba a ser así. No, señor. Estaba condenada a sufrir el doble.
Como había dicho, él no regreso. Ni la siguiente noche, ni la siguiente, y así sucesivamente. En su ausencia, aproveché para terminar el amoblado con decoraciones incluidas, compré sillones, mesas, muebles y artículos variados. También, logré llevar a mis hermanas (a escondidas de padre, por supuesto) conmigo.
Fueron días divertidos, salíamos, jugábamos y... ¡comíamos! Me gustaba verlas comer sin restricciones, ya que padre se había vuelto estricto con los alimentos luego de mi problemita. Sabía que yo era la razón de que ellas no disfrutaran de sus almuerzos, pues los gustillos o un segundo plato estaban prohibidos.
Con ayuda de ellas logré dejar la casa habitable, arreglamos las habitaciones y nos entretuvimos con el cuarto de juego, también realizamos actividades al aire libre en el patio. Lamentablemente, al tercer día se las llevaron dejándome sola otra vez. Esta casa resultaba el triple de grande sin ellas. Y también me daba miedo estar sola, quién sabe si de alguna esquina podía salir un fantasma. Era hora de aceptar que necesitaba compañía.
Entonces, decidí seguir el consejo de Daisy, adopté una mascota. Un perro fue mi elección, escogí un cachorro que habían rescatado de la callé. Según me informaron, a su familia le dieron veneno y fue el único que lograron salvar.
Maxi, fue el nombre que le otorgué. Si bien no era de raza, el veterinario me informó que al ser un cruce de Labrador con Dóberman iba a crecer mucho, raza grande. Con eso en mente lo lleve a casa, su presencia me alegró y me quito el miedo. Era muy cariñoso y dócil, me seguía a todos lados, hasta dormíamos juntos. Resulto ser la compañía perfecta. Le compré una casita, un collar, una placa, una cama, una manta y juguetes, con lo último me excedí un poco. Pero estaba bien, iba a consentirlo, porque no tenía nada planeado para el resto del año.
Aunque mis estudios estaban truncados, ya que de plano había perdido el ciclo, solo veía factible el comenzar cursos en línea para lograr un reforzamiento. Ahora que lo pensaba, desde el anuncio de mi matrimonio ningún compañero o "amigos" había contactado conmigo, era como si se hubieran esfumado. Ni mi círculo del foro o el club al que pertenecía había optado por comunicarse. Eso era raro por donde se lo mire.
Oh, debía conseguir un gimnasio. Qué mejor manera para matar el tiempo efectivamente, además desde que madre me matriculo en uno le había agarrado cariño. Además, el estilo de vida al que aspiraba necesitaba mucha disciplina de mi parte y un gimnasio al que apuntarme. También, el hecho de contar con piscina lo tenia que usar en mi beneficio, ya que lo último que haría seria quedarme sentada a esperar que mi marido llegue a casa, si es que llega. Era hora de empezar a hacer horarios.
O, al menos esa era mi idea.
El desastre comenzó desde el sábado, con un mensaje a mi whatsapp de un número al que no tenía agregado. En un principio pensaba que se habían confundido, con la idea de dejarlo en "visto" abrí el chat, mal movimiento de mi parte. Encontré muchos mensajes sobre prender el celular y un archivo adjunto. Empecé a tener una idea de quien era, que se confirmó con el contenido de dicho archivo. Que resultó ser un PDF con la historia clínica de una mujer, sus datos generales que iban desde el lugar de nacimiento hasta estudio universitarios y trabajos recientes. Oh, y la cereza del pastel, tenía resaltado la parte del examen ginecológico.
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One More Day
Teen FictionCon solo 20 años, he contraído matrimonio con un hombre al que "no amo" ni amaré. Me uní a él para salvar a mi hermana, por orden de padre y, ¿todo para qué? Para que conserve su compañía. Ahora, tengo que mezclarme con aquellos de los hui, aquellos...