Prefacio.

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     La mente humana era conocida por su increíble poder de percepción y capacidad de almacenamiento de información, tenía como objetivo mantener a salvo a la persona en cuestión sin importar el método de supervivencia que se utilizara; carente de moral, la gente podía llegar a cometer atrocidades que darían mucho de qué hablar en las sociedades distinguidas o en cortes supremas de justicia, al menos que dicha atrocidad no saliera a la luz.

    Lógicamente igual tendría consecuencias.

    Desde niña había pasado por maltratos lo suficientemente turbios como para llegar a ser una adulta coherente con sus acciones, cuando el impulso la dominaba terminaba gritando y llena de sangre que no era la suya, tal y como había venido al mundo. Adelaida era caótica porque su pasado lo fue, entonces cuando mató por primera vez ante defensa propia su cerebro tomó aquel mecanismo para subsistir, y porque no, el de sus seres queridos.

    Pero últimamente, confundida por una ilusión sin sentido, quería presenciar en carne propia el  tener una vida ordinaria, sin la necesidad de tener que depender de pastillas que la trajeran a la realidad o controlarán sus crisis de depresión, y sobre todo quería dejar de lado la asesina que vivía en su interior.

—Estoy cansada. — Le había comentado en voz baja al hombre sentado frente a ella.—Quiero vacaciones, unas reales. No las que suelo tomar.

    Harry, un hombre de treinta y largos años de cabello castaño, rostro serio y marcado, levantó la vista del periódico para analizarla.

—Puedes hacerlo al terminar la temporada.—Respondió entonces con absoluta calma.— Podríamos suspender la próxima colección pero no creo que lo quieras dado todo lo que trabajaste.

     Adelaida asintió, el desfile sería en menos de dos meses y ya sólo quedaban los preparativos menos importantes, los diseños estaban listos, las modelos estaban ensayando y el mundo de la moda esperaba su lanzamiento.

    No podía dejarlo.

—¿Podríamos viajar a un lugar con playa? Estoy algo abrumada por tantos árboles. Serviría para inspirarme.

—A ti te inspira la muerte. — Mencionó cierto pelirrojo que sonreía a nuestra protagonista.—Cómo me inspiras tú, es un círculo que no tiene fin.

—Y a la muerte la inspiras tú, Damon. —Agregó Harry para tomar su café.—Necesito que viajes a Francia, para que te encargues de tu trabajo. Son tus cuadros después de todo.

    El aludido asintió con entusiasmo, viajar, conocer gente nueva y vender su arte era el premio de soportar tantas cosas, pero claro, a él sólo le importaba proteger a su mejor amiga y poner de canas verdes a su tutor.

—Como órdenes papi, sabes que estoy a tu disposición.

     Dicho eso, se marchó alegremente a empacar para salir del país en un pestañear, Adelaida no mencionó nada respecto al tema en lo que quedó de la tarde y pasaron su tiempo hablando de las nuevas posibilidades que tenían a futuro empresarial, incluyendo buscar más seguridad.

    Claro, todo esto sin percatarse de la figura esbelta que los vigilaba desde una ventana con una daga en la mano izquierda y una nota en la derecha.

Adelaida: El Monstruo Entre Las Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora