Ovejas rosas

Prólogo

¿No es curioso? ¿Cómo, a todos los genios, se les ha considerado locos? Tal vez se les llame así porque, para las mentes promedio, sus actos no tienen fundamentos, o no están justificadas con palabras. ¿De verdad nadie se ha preguntado nunca, por qué a los genios se les toma por locos? La diferencia entre los dos términos es sutil ya que, los locos, también pueden poseer una inteligencia fuera de lo común, sólo que no la controlan. Los genios, al contrario, son como arañas, saben tejer una inmensa e indestructible red de conocimientos en sus mentes; la cual controlan perfectamente como los hilos de una marioneta. O no. Muchas veces hemos tenido presentimientos, presagios... No somos dioses todopoderosos, sino que, por un momento, hemos podido acceder a un rincón muy especial de nuestra mente: el subconsciente. Él analiza todos los detalles de nuestro entorno para que podamos prever conflictos, cosas malas... Para así estar preparados. El miedo es eso; cuando estamos en un lugar oscuro, o con muy poca luz; no tememos estar solos en la oscuridad, sino que haya alguien o algo que nos pueda hacer daño. Es por eso que, cuando llevamos mucho tiempo observando la oscuridad a nuestro alrededor empezamos a tener la sensación de que nos observan, de que haya alguien o algo acechando. A veces, incluso vemos sombras o nos parece escuchar sonidos; el subconsciente crea eso: la sugestión, almacena tus peores miedos para bombardearte con ellos cuando no sabes que hay a tu alrededor, para mantenernos alerta. Los miedos no son más que eso, advertencias que nos da nuestro cerebro para que no nos acerquemos al peligro, para que intentemos siempre salvar la vida. La mayoría de gente guarda en su "disco duro" información un tanto banal para los genios; éso es lo que los distingue. No tienes que desentenderte del mundo para ser un genio, tampoco tienes que saberlo todo... Sólo se necesita la complicada habilidad para controlar la mente. No se puede entrenar para ser un genio, debe salir de cada uno; es la forma en la que se ve la vida, y uno no puede elegir cómo la ve, por más que se esfuerce en intentarlo.