Parte 1

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La brisa tocaba mi rostro, los últimos rayos de sol dibujaban el perfil perfecto de Cal, con el dedo dibujé su silueta, se estremeció con nada roce, tomó mi mano y la besó. Quería que este momento durara para siempre. 

Estábamos acostados en una sábana debajo de nuestro lugar favorito, un sauce llorón antiquísimo, habíamos pasado todos los días, todo el tiempo posible aquí, parecía que el tiempo se detenía cada vez que nos encontrábamos. Lo vi a los ojos y deseé con todas mis fuerzas que jamás terminara ese momento. Me abrazó, y, como tantas veces lo había hecho, me acarició el largo cabello castaño, y nos fundimos en un beso. 

Amaba sus besos, era la mejor sensación del mundo, el roce de nuestros labios me hacía sentir cada milímetro de mi piel sensible a su tacto. Me besaba y acariciaba como si tuviera miedo de que desapareciera. Me miraba a los ojos en todo momento, con sus hermosos ojos grises llenos de amor y desesperación porque aquel momento no terminara. Los besos y las caricias tiernas e inocentes terminaron en el sexo más apasionado y agotador aquella tarde. Como cada vez que uníamos nuestras almas, ambos llegamos a un orgasmo intenso, tan intenso que no pude evitar unas lágrimas. 

Lo abracé y besé sus manos, sus brazos, marcados por el ejercicio, su cuello, sus orejas y su rostro, me percaté de que también estaba llorando y tenía una sonrisa de oreja a oreja, le limpié sus lágrimas con cada beso, estaba a punto de besar sus cejas cuando me abrazó de la cintura para ponerse encima de mí para besarme el cuello, grité y reí, me sentía exquisitamente feliz.

Cuando estuve lista, él ya estaba abajo de la colina esperándome, sabía que no quería que lo viera llorar, lo había estado haciendo en silencio cuando pensaba que no lo veía, yo tampoco quería que me viera llorar, no soportaba ver en su rostro todas esas sensaciones de dolor, angustia y de saber que no podía hacer nada contra el dolor que estaba sintiendo. 

Observé por última vez la ciudad, desde este punto se veía tan diminuto el pequeño pueblo y el infinito mar, era el punto más alto de Nags Head, California del norte, ya se veían algunas estrellas y empezaba a sentirse frío, pero no me importaba, porque este era mi lugar favorito y podría estar aquí cada día, todos los días con Cal, no quería volver a la realidad, este era nuestro último día de poder disfrutarnos completamente, este era nuestro lugar. 

Troté por el camino sinuoso que anteriormente llevaba a una casa viejísima pero que hace tiempo las personas de Nags Head habían olvidado que existía siquiera. No nos habíamos atrevido a ir más allá por no saber qué peligros pudiera haber, pero nos prometimos, en una de aquellas tardes que pasamos aquí, que un día iríamos a buscar aquella casa. Cal estaba sentado sobre el cofre del coche, observándome, amaba que me viera así, como solo él me miraba, recibía todo tipo de miradas siempre y jamás faltaban las miradas de chicos, pero no había otra igual como estos hermosos ojos grises, me sonrió y se acercó a mí

-Amor por favor ponte mi chaqueta, no quiero que te enfermes-, lo dijo mientras, con muchísimo trabajo luchaba por ponerme su chaqueta.


-No importa, si así vas a cuidarme todos los días prefiero enfermarme solo para que estés conmigo-. Me miró y otra vez volvió esa mirada de angustia. No me gustaba verlo así pero me gustaba menos la idea de tener que estar lejos de él.


-Es lo que más quisiera en el mundo, estar contigo todos los días de mi vida, el estar contigo cada hora y cada minuto me hace sentir completo-, lo abracé, estuvimos abrazados un por unos minutos, estar entre sus brazos me hacía sentir protegida, amada, deseada. 


-Te amo Jo, te amo infinitamente, eres el amor de mi vida, sé que sabes que intento hacerte feliz y estar contigo en las buenas y en las malas, sé que también tú lo haces, pero créeme Joanne, esto pronto terminará, podremos estar juntos, toda esta farsa llegará a su fin, eres el amor de mi vida y de verdad no te quiero perder nunca-, me lo decía mientras tomaba mi cara entre sus manos, no pude evitar que rodaran algunas lagrimas, me besó las mejillas y los labios, lo amaba tanto que me dolía el pecho. 

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2020 ⏰

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