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Duele.
Duele en demasía, pero eso jamás te ha importado.
¿No es así, Jungkook?
Suspiras, apretando los dientes y cerrando los ojos con fuerza como si eso fuese aminorar el dolor que sientes cuando él hace presión. Una, dos y tres veces más.
Dejas salir un gemido lo suficientemente ronco y auditivo como para hacerle saber que te gusta, cosa que el chico sobre ti toma como un incentivo para hacer una última estocada y hacerte acabar. Con fuerza. Justo como te gusta.
Cae sobre ti y ríes. Encantado de sentirlo tan cerca, oliendo a ti, respirando el mismo aire dentro de los escasos centímetros que comparten.
Te encanta mirar como cierra los ojos, tratando de concentrarse en regular su respiración, el sudor en la frente, los labios rojos e hinchados por las mordidas para nada sutiles que le diste, el cabello húmedo debido al esfuerzo, su pecho subiendo y bajando.
Para simplificar las cosas: te encanta Jung Hoseok.
-¿Vuelves conmigo, bonito? -Te dice sobre el oído, acariciando una de tus mejillas y dejando un débil beso en el cuello, descansando su cabeza ahí cuando termina.
-Siempre estoy contigo -respondes como puedes, rodeándolo con tus débiles brazos consecuencia de lo sucedido para tenerlo más cerca. Como si quisieras que se fusionara contigo.
En realidad, deseas, ruegas y clamas con mucha más fuerza que eso en serio sea posible.
Suspiras satisfecho cuando sientes el toque característico de su palma en tu abdomen, masajeando lentamente. Te quejas cuando se levanta y se dirige al baño, pero no tratas de convencerlo que regrese a ti porque sabes que solo lo hace para cuidarte.
Lamentablemente para ti, Jung Hoseok cuida más tu cuerpo que lo que en verdad debe cuidar.
Ronroneas cuando te limpia y se acuesta a tu lado nuevamente, tapando a los dos con la sábana favorita de ambos y llenando de besos tus mejillas. Estas duelen por sonreír, pero es el tipo de dolor que agradeces.
Jungkook, es el único dolor que deberías soportar. Pero no estás listo para saberlo.
Suspiras, acariciando su cabello y sonríes por última vez, escuchando su respiración volviéndose pesada conforme el paso de tus dedos por la mata castaña.
