Paciente 2

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David resopló con frustración cuando volvió a tirar de las cadenas que rodeaban su cuerpo y lo mantenían aferrado a ese incómodo sillón de metal. No había manera de liberarse de ellas, llevaba días intentándolo y solo había conseguido que el roce del metal provocara heridas y rozaduras en su piel desnuda.

Su respiración se tornó pesada cuando oyó la puerta de su celda oscura abrirse, levantó la cabeza topándose con su detestable carcelero, aquel quien casi no hablaba pero que lo miraba como si estuviera examinándolo y disfrutara de torturarlo sin siquiera tocarlo.

—Es hora de que tomes la pastilla, 07/111—. Murmuró él con una fría e inexpresiva sonrisa en sus labios.

—Tengo nombre, idiota—. Gruñó el prisionero tensándose al ver cómo se acercaba con la dichosa pastilla amarilla en su mano.

—Lo sé, pero para mí no eres más que una rata de laboratorio, por lo que me da igual cómo te llames—. Respondió Jorge con voz monótona, pero algo divertida.

El chico intentó resistirse, pero, de todos modos, Jorge le obligó a tragar la pastilla haciéndolo retorcerse en su lugar intentando vomitarla antes de que surgiera efecto.

—Esto va a ser entretenido... Puede que si ruegas lo suficiente después considere soltarte—. Murmuró Jorge con voz suave mientras se alejaba del chico.

—¡Espera! ¡Espera, no te vayas! ¡No me dejes solo! ¡Espera! — Gritó el prisionero con desesperación tirando su cuerpo hacia adelante provocando que las cadenas chocaran entre sí y se clavaran aún más en su piel.

El chico jadeó desesperado al escuchar como la puerta, oculta en la negrura del lugar, fue cerrada de nuevo.

—¡Pagarás por esto! ¡Pienso asfixiarte con estas cadenas en cuanto logre salir de aquí! ¡Te las verás conmigo! ¡Déjame salir! ¡Asquerosa rata inmunda! ¡Acabarás bajo mis pies, te pisotearé hasta que pidas clemencia! ¡Sácame de aquí! — Graznó sintiendo su garganta arder por culpa del esfuerzo de gritar tanto.

Lágrimas de pura ira y desesperación rodaron por sus mejillas y las sintió arder como si fueran fuego, aquel que lo recorría por dentro y pujaba por salir y quemar todo.

Jorge negó con su cabeza y se dirigió a la sala de vigilancia para poder observar el comportamiento del sujeto con trastorno límite de la personalidad... Miedo al abandono y a la soledad, grandes cambios de humor, enojo intenso, amenazas, sentimientos de vacío, conductas suicidas... Todo en un solo pack. Cuánto sufrimiento, cuánto miedo, cuánta desgracia.

El carcelero miró con atención la pantalla y activó el sonido para poder oír lo que decía.

—¡Por favor! ¡Ya no puedo más! ¡Mátame o lo haré yo! ¡Suéltame! — Demandó con voz ahogada.

Tiraba con rabia de las cadenas, casi podía ver la sangre que goteaba de sus heridas abiertas.

—No tiene gracia si te mato... David, así no funcionan las cosas. Tú sufres y yo disfruto, esa es la dinámica—. Dijo Jorge para sí mismo mientras cogía un pequeño mando a distancia de uno de los cajones que había bajo el escritorio donde estaban situadas las pantallas.

El mando en cuestión servía para varias cosas, buscó el botón azul y lo presionó con una perversa sonrisa en sus labios, muy concentrado en la expresión de sorpresa de David cuando sus cadenas cayeron a su alrededor, liberándolo.

Con un quejido de dolor y evidente desconcierto el chico se levantó del asiento mientras apartaba las cadenas. Su cuerpo magullado era mucho más visible ahora y la falsa esperanza en sus ojos era demasiado irrisoria pues en cuanto corrió hacia la puerta e intentó abrirla descubrió que había sido engañado.

Su vaga fe en poder escapar desapareció por completo haciendo que algo estallara dentro de él. Volvió al centro de la sala, en ese podio donde estaba situado su trono de dolor y recogió las pesadas cadenas que ahora no se sujetaban a nada y las arrastró hacia la puerta de metacrilato.

Con todas sus fuerzas arremetió contra su única salida con su nueva arma sin lograr nada, pero la furia, la rabia y la desesperación no le dejaron rendirse por lo que repitió aquello una y otra vez. Impulsado por el miedo y el odio logró romper algo en aquella puerta, no estaba seguro de qué, pero en cuanto esta se abrió a él, soltó un grito de júbilo que resonó por toda la prisión proclamando venganza, deseando devolver todo el daño que le habían causado injustamente.

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2020 ⏰

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