—Voy a ponerte las últimas lentejuelas en las cejas, querido—te dice el maquillista, un obeso afeminado de ojos muy pequeños. Le das algo parecido a una sonrisa, mas en el fondo desearías abofetearlo.
Has pasado poco más de diez años en esta industria y tu nariz todavía no se acostumbra a los potentes aromas de los cosméticos; sientes como si las sombras orgánicas, los polvos traslúcidos y la cera de los labiales caros penetrara algo más que tu piel. Podrías asegurar que ahoran son parte de tu esencia.
El maquillista hace girar la silla cuando termina y tú, en el enorme espejo, enfrentas ese rostro andógino que te ha dado fama y riquezas; los grandes ojos castaños con máscara de pestañas azul, la nariz respingada con un poco de brillo en la punta y los seductores labios rojos. Lo que más suelen elogiarte son los pómulos pronunciados y el brillante cabello castaño rojizo que te acaricia los hombros. En este momento, con las extensiones rizadas, parecerías una ninfa de pintura antigua si no fuera por tu torso desnudo.
Para ti lo más genial y horrible de ser modelo no son las agotadoras pasarelas, los constantes flashes o las fiestas, sino el ser peinado y maquillado. A veces, cuando estás de buen humor y la estilista es callada, puedes refugiarte en tus pensamientos o repasar mentalmente tus últimas lecciones de francés y español. Pero cuando te encuentras deprimido—tal y como ahora—tu estado empeora con pensamientos poco alentadores; te sientes solo a pesar de estar compartiendo sala con una decena de esqueletos usando vestidos bonitos y charlando entre sí, y deseas que tu estilista te diga algo, cualquier cosa, pero ella sigue abstraída en su actividad, decorándote como si fueras un puto pastel.
La peinadora se dispone a colocar flores en tu cabello real y postizo.
¿Qué será de mí?, piensas.
¿Qué será de ti cuando tengas treinta y dos? No, veintinueve. Las carreras en el modelaje son cada vez más cortas. Has sido testigo de muchas tragedias en esta industria. Una mujer tras otra cayendo en algún tipo de adicción o suicidándose al perder los reflectores por otras más jóvenes. La mayoría de ellas saltó a la fama a los dieciocho o diecinueve años, y tú estás aquí desde los trece, ¿en tu caso la caída sería peor? Eres el orgullo de tu madre, su mayor obra de arte, ¿se deprimiría al ver cómo te apagas?
Eso es algo natural, te dices. Todos envejecemos. Claro que me seguiría queriendo. O no. Tu madre no es una mujer normal, está un poco mal de la cabeza, pero tú así la aceptas. Quizá está un poco obsesionada conmigo, ¿y eso que tiene de malo?
Tu madre es el único amor que te queda, si ella se va entonces quizá sí acabarías contigo mismo. O quizá te sentirías libre y harías con tu vida lo que más te plazca, sin tener que rendirle cuentas; lo más probable es que entres a la universidad y te conviertas en profesor de español o en perito traductor. Llevas estudiándolo desde los dieciséis, sería pan comido. Esa vida imaginaria tiene mucho más color que la actual; jugar al travesti paga muy bien, pero te asfixia la mayoría del tiempo. Más de una vez has maldecido aquel día en el que fuiste descubierto por el CEO de Angel Models mientras comías una hamburguesa junto a tu madre en un pequeño restaurante. No puedes olvidar su expresión y sus ademanes exagerados mientras hablaba con tu madre sobre la gran oportunidad que tendrías con tu rostro y tu figura; no solo modelarías ropa masculina, sino también femenina en las pasarelas más prestigiosas alrededor del mundo. El CEO mencionó sesiones de fotos, campañas publicitarias y videos musicales. Prometió una vida llena de glamur. Y así lo fue; en menos de un año te convertiste en el Andrej Pejic ruso y tu madre pudo dejar su desgastante empleo en aquel supermercado y solo dedicarse a ti y a tu carrera.
—Eres mi más grande orgullo, Leo—te dijo después de tu primera pasarela.
Cada que te decía eso tú sentías una profunda de paz, y conforme pasaron los años eso se intensificó. No tardaste en darte cuenta de que te habías vuelto dependiente. Y ahora más que nunca.

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Perlas de medianoche
FantasyLeonid Ivanov, un joven modelo ruso, está harto de las mujeres a su alrededor y de su vida llena de flashes. Decidido a cambiar de aires, viaja a un pequeño pueblo costero de México para ver una de sus mayores atracciones turísticas: un bar que exhi...