🔮03🔮

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Jimin tomó en sus manos la charola llena de tazas de té y un par de pasteles.

"¿Para la mesa ocho y la diez?" Pregunto a Rosé, la chica solo asintió.

Manteniendo su costumbre de dirigirle la menor cantidad de palabras posibles.

El peliplateado se alejó allí bufando, el desagrado era mutuo.

"Orden de pastel de limón y té de Jazmín" anunció a su cliente más frecuente, quien dejó el libro que leía en su regazo para sonreírle.

"Mi favorito" apuntó la mujer mayor.

"Al menos dos veces por semana" Jimin le guiño un ojo mientras dejaba los alimentos sobre su mesa.

"Me conoces muy bien Minnie" la mujer mayor le sonría "¿Cómo es que tú novio tiene a un chico tan guapo sin anillo en ese dedo?"

"¡Señora Choi!"

"Digo la verdad. Te ves mejor que yo con el cabello gris" la mujer rio "Debería casarse contigo de inmediato"

"Siento que es muy pronto. Solo hemos salido un año"

"Yo me casé con mi tercer esposo después de salir con él tres meses"

"Se divorcio de él, Señora Choi"

"Pero tuvimos una preciosa luna de miel" la mujer sonrió traviesa "Seguro ese chico tuyo tiene un anillo preparado, y tú no tienes idea"

Jimin negó con la cabeza sonriente.

"Tengo que trabajar. Disfrute el pastel señora Choi"

"En tu honor, lo haré Jimminie" la mujer volvió a reír, haciendo que el chico rodara los ojos mientras se alejaba por las ocurrencias de la mujer.

Dejó la otra orden con rapidez, no todos los clientes eran tan habladores como la Señora Choi.

O amables.

Joder, a veces era difícil recordar cuando él no tenía que servir a nadie.

Y ahora cualquiera podía gritarle, quejarse o darle una miseria de propia y él tenía que sonreír y decirles "Tenga un buen día y vuelva pronto"

Tenían suerte que no los volvía en sillas a todos ellos.

Se disponía a volver a la cocina, pero cuando se volvió, choco levemente con el hombro de otro chico.

"Oh perdona" Soltó apenado, agradecido que su charola estuviera vacía.

Pero el otro hombre ni se volvió, solo siguió caminando hacia la salida, sin decir una palabra.

Jimin resoplo, antes de morder su mandíbula y darse la vuelta para volver a la cocina, indignado.

Enserio que a veces los humanos podían ser desagradables.

Jimin se enfrascó tanto en sus cosas, sin poder notar como ese mismo hombre lo veía desde las afueras del café, en la acera contraria.

Desapareciendo con un parpadeo y sin dejar rastro.

Desapareciendo con un parpadeo y sin dejar rastro

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