Ｄｅｓｃｒｉｐｃｉóｎ
Amelia Edevane es una chica de 19 años con problemas de conducta. Por esa razón su padre decide que es hora de contarle un pequeño secreto que tenía guardado hace ya varios años atrás. Y es hay en donde su vida cambia abruptamente, a viv...
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ᴾʳᵒᵇˡᵉᵐᵃˢ ᶜᵒⁿ ˡᵃ ᵖᵘᵇˡⁱᶜⁱˢᵗᵃ
Estamos en el primer mes de prepa y no he ido por unas 3 semanas. Obvio que mi padre lo sabe, pero como siempre, me lleva a la estúpida escuela y me escapó por la ventana de el baño. ¿Por qué te escapas? Me preguntan algunos curiosos que no tienen vida e intentan meterse en la mía para poder pasar el tiempo que tienen libre.
Por qué soy una perra y ese no es tu maldito problema. Esa siempre es mi respuesta.
Y otro día como los otros, entro en la escuela, pero hoy no tengo ganas de escaparme. ¡Yuppii! Ahora mi padre estará feliz.
Pasan unas 2 horas de la primera clase y ya estoy más perdida que mi amiga Chloé, ella siempre se pierde todo. Incluso las clases.
En realidad en los primero 45 minutos de la clase yo ya estaba durmiendo.
Por fin suena la campana que Anuncia en receso. Todos los cavernícolas y las Barbies salen primero y yo salgo última. Pero cuando estoy por salir el profesor me llama
—Me alegro que por fin hallas entendido y te hallas dispuesto a no faltar más a clases. Pero dile a tu padre que podría ahorrarse dinero y no desperdiciarlo en ti, todos sabemos que no tienes futuro...
Este viejo rabo verde no sabe con quién se está metiendo, oh claro que es nuevo.
—Pudrete simio.
Y con eso y sacándole en dedo de en medio salgo de allí para encontrarme con Sammy en el baño y fumarnos unos churros.
Cuando entro en el baño la veo sentada en el gran lavamanos ya con un churro en la mano.
—Dame uno que ya lo nesesito.
—¿Y tu padre? Anoche me dijiste que hoy iba a hablarte de algo, ya han hablado? —interroga curiosa dandome un cigarro.
—No, aún no hemos hablado de nada, pero sigue comportándose de manera extraña. Cómo si no ocurriera nada, como si el cumpleaños de mamá no se acercara pronto.
Mi madre falleció cuando tenía 8 años, todo gracias a un cáncer. Con mi padre nunca hablamos sobre ello, es como si mi madre nunca hubiese existido.
—Eh tranquila, seguro que se disculpara, y de seguro te devuelva la tarjeta.
—Como si devolviéndome la tarjeta de crédito arreglará todo...
—Eh ustedes asesinas, salgan de el baño, que queremos entrar.
