dónde jungkook a sus catorce años recibe una invitación para estudiar arte en los estados unidos, pero no sabe que esta corriendo a la boca del lobo.
"las pesadillas también son sueños".
- horror au. (?)
- only jungkook.
- fic corto.
- contenid...
Aquel pálido, escuálido y endeble niño miraba con miedo a todos aquellos monstruos que rodeaban su anatomía, un chillido se escapó de sus labios, recibiendo como respuesta un fuerte golpe en su mejilla. ¿Cómo había terminado en ese lugar? ¿Por qué quería llorar si tenía todo aquello por lo que había soñado? Jungkook se perdía en si mismo, tratando de huir de aquel maldito infierno, un pitido agudo retumbó en su cabeza, mientras que sus ojos empañados de lágrimas perdían cada vez más el brillo que tanto le caracterizaba.
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Había cumplido catorce años apenas cuatro meses atrás, el cielo azul dejaba caer pequeños polvillos mágicos brillantes, fríos que pintaban la ciudad desconocida, el invierno suave y sin tormentas, maravillaba al pequeños pelinegro con ojos almendrados, que halaba con fuerza y euforia el brazo de su madre.
— ¡vamos, vamos! — su voz aguda resonaba por la calle, tratando de apurar el paso a lo que sería su "nuevo hogar", la ciudad de las estrellas, donde todos tenían la posibilidad de triunfar, jungkook no se daría por vencido para poder alcanzar todo lo que había soñado.
Sus padres habían trabajado tanto por esto, jungkook era el niño "perfecto" con sus mejillas levemente sonrojada y sus ojos saltones, tenia carisma y una voz angelical. A su corta edad había pasado por distintos tutores, tanto de actuación, canto, música y danza. Hasta que un día, en una competencia de su ciudad, pueden llamarle milagro, destino o coincidencia, Jong BulHaeng, un reconocido mánager apareció, con su sonrisa escandalosa y su traje de dril, entregándole al pequeño Koo, la oportunidad de su vida en una tarjeta blanca.
La decisión fue difícil, demasiado para los señores Jeon, quienes dudaron más de una vez en si dejar partir a su pequeño niño, tres años lejos de sus brazos, su ángel fuera de casa. Pero jungkook, ciego y terco como su padre, no pensaba en cambiar de opinión, quería ir, quería aprender y sobresalir, sería un salto inmenso en aquel camino al cielo de las estrellas que tanto anhelaba, las lágrimas se derramaban por su rostro al pensar que tal espectacular propuesta sería perdida, que se estancaría y nunca llegaría a ser tan grande como los demás artistas, el miedo de no comenzar a tiempo.
Oh, pequeño conejito, primero debes aprender a caminar para empezar a correr. Pero el conejito estaba dispuesto a gatear hasta la boca del mismísimo lobo.
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El apartamento donde se quedaría jungkook no era realmente grande, tenía dos cuartos, una cocina, un baño y la sala / comedor. Era suficiente. Sabía que la compartiría con otros chicos que entraron al programa del señor BulHaeng, sus ojos saltaban de un lugar con emoción, euforia, llenos de alegría.
— ¡mira, mamá! — habló mientras revisaba la nevera — esta llena de cosas deliciosas... ¡oh! — brincó en su lugar — ¡hay helado de vainilla!
La mujer sonrió con melancolía, estaba feliz de ver a su niñito avanzar, pero la tristeza de dejarlo solo realmente le dolía, como si le estuvieran arrancando el corazón del pecho.
— qué bueno, mi vida — sonrió tomando su mano — pero vamos a esperar en la sala, luego sigues mirando la casa —.
el pelinegro asintió, encaminándose con la mujer a la habitación central, un sofá doble y dos a los costados, había un televisor también, jungkook pensó que por fin podría ver caricaturas hasta tarde, todo se veía realmente bien, las cosas en tonos blancos, negro o beige, tan sobrio y aún así elegante. Se sentaron en el sofá más grande, ella lo tomó en un abrazo, atrayéndolo a su cuerpo, besando su frente — mi bebé, estoy tan feliz por ti...— jungkook sollozó, en todo el trayecto del viaje no había llorando, se había convencido de que ya era grande como para llorar, pero no pudo contener las lágrimas que comenzaron a bajar por sus mejillas, mientras hundía su rostro en el pecho de su madre, balbuceando cosas sin sentido, en aquel momento sintió ganas se regresar, de quedarse con ella y no volverse a alejar nunca, pero debía quedarse, debía hacer sacrificios para alcanzar las estrellas.
— mamá, t-te amo... — murmuró en su pecho, la mujer sintió sus ojos arder y una lágrima cayendo por sus mejillas, acarició los cabellos del menor antes de contestar "yo también te amo".
No pasó mucho tiempo después cuando el señor Haeng llegó, traía en su mano algunos documentos que debía firmar su madre, los permisos para que jungkook pudiese quedarse en el país, "solo serán un par de años" pensó la mujer mientras firmaba.
Jungkook miraba atento y balanceaba sus pies al borde de la silla.
— tienes unos padres increíbles, jungkook, ¿sabías eso? — habló el hombre guardando todo en una carpeta, el pelinegro asintió repetidas veces sonriendo dulcemente — eres muy afortunado —.
Sí, el pequeño jeon era realmente afortunado...
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