Goodbye Venecia

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-Érase una vez... -dije bruscamente.

Estábamos en Venecia contando historias y, el sonido de las hojas de pequeños arbustos al ser tocadas por el viento, era música a mis oídos. Sonreía, él sonreía.

Sabía que amaba esto tanto como yo... No los cuentos absurdos que podíamos inventar de la nada... sino el hecho de que estuviéramos aquí, hablando sin escondernos de las personas sin pasatiempos, que se dedican a fotografíar los recuerdos que creímos solo nuestros y enseñárselos a medio mundo; como prueba de que alguien famoso está con alguien común para dejarlo al juicio de espectadores tontos que lo consideran un pecado.

Pero fuera de esa vida miserable, vinimos hasta acá, nos alejamos de todo unos días, y anhelé que las horas no pasaran... pero el tiempo jamás se detendría a esperar solo por dos tontos enamorados.

Comenzó a cerrar los ojos suavemente y volteó su cabeza en dirección al cielo. Sus manos recorrían la hierba bajo nosotros.

-Es tan áspera... No sé cómo te gusta sentarte en la hierba, en 21 años solo me ha dado picazón por todo el cuerpo y no soporto esa sensación. -dije.

Él me miró y comenzó a reír...
-Pero... ¿No es diferente cuándo estamos juntos? -me preguntó y yo solo asentí mientras se asomaban lágrimas casi imperceptibles a mis ojos.

Él dice cosas cursis cada cinco segundos probablemente... Y odio que haga eso por dos razones: primero, me hace reír, segundo, me hace recordar que estamos juntos y que puede no durar.

Habían sido dos semanas, solo dos semanas... Las mejores de mi vida.

Parecía en el mundo existir un lugar en el que solo estábamos nosotros dos. Nadie a nuestro alrededor, solo personas indiferentes caminando de un lado a otro, y fue hermoso.

Mientras escuchaba cada cursilería que me traía de vuelta a la realidad, intentando concentrarme solo en ese momento, intentando olvidar que en doce horas regresaríamos a la rutina, al día a día que no conoce de Europa, a la vida que sigue sin Venecia.

Lazy Writer Lazy ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora